Bipartidismo sigue en pié
El miércoles día 11 de junio se renovó en el Congreso el pacto constitucional que dio cauce a las libertades, a la Constitución. Algunos pelos han quedado por el camino, pero el núcleo duro de la sociedad que representan los dos grandes partidos nacionales estuvo donde tenía que estar. El bipartidismo que tan frívolamente algunos han dado por muerto demostró su virtualidad a través de las excelentes intervenciones de Rajoy y de Pérez Rubalcaba.
Más que los pelos, la piel se dejaron en la gatera dos de las formaciones que participaron, y con ponentes propios, en el alumbramiento de la Constitución de la Concordia. Comunistas y nacionalistas catalanes dieron esta semana la talla de lo corta que puede resultar la memoria, o la conciencia. El resto de los grupos, mero paisaje.
Lo de los comunistas no sorprende demasiado; de genética podría calificarse la causa del papel que jugaron. Lo que en 1977 comenzó a escribir Carrillo colaborando en la construcción de un sistema plural de libertades hoy parece un simple paréntesis dentro de una larga historia, más de tres cuartos de siglo.
Lo de los burgueses catalanistas, simplemente patético. Durán hizo acopio de lo peor que se le pudo ocurrir para marginarse de la mayoría constitucional en la que sin duda siempre encontraría mejor acomodo que en la compañía de la izquierda republicana separatista que está comiéndose por los pies a su coalición.
Lo suyo fue una demostración práctica y en directo de lo que realmente es la política pequeña o chica que achacaba a los dos partidos que han venido garantizando el desarrollo de las libertades en este país y también su autonomía. Y el colmo de la miseria fue la increíble manipulación que hizo del testimonio político de Francesc Cambó, uno de los líderes históricos de la Lliga Regionalista, que de regionalista se tildaba la burguesía catalanista de entonces que mire usted hasta dónde ha llegado.
Del Cambó dos veces ministro de Alfonso XIII, del Cambó millonario que adquirió en subastas internacionales una fabulosa colección de pintura para donarla en buena parte al Museo del Prado; del Cambó que llamó a Juan March, su rival en el mundo de los negocios, “el último pirata del Mediteráneo”. Del Cambó que sacó a la Barcelona Traction medio millón de euros para su Centro Constitucional con el que evitar la llegada de la II República. De Cambó que apoyó a los sublevados de julio del 36 durante toda la guerra civil. Del Cambó que murió en su autoexilio argentino en los últimos años 40.
Entre otras muchas cosas, Cambó si fue el puente tendido del nacionalismo catalán hacia el resto del país. A los suyos les decía que “sólo desde el Gobierno de España puede conseguirse y consolidarse la autonomía catalana”, y en la Corte insistía en que “en España no se puede gobernar sin Cataluña”. El curso de la historia, república, guerra, dictadura, hizo saltar aquel empeño por los aires.
La hazaña la han vuelto a repetir ahora sus epígonos Pujol y Mas por boca del patético portavoz que mantienen en Madrid. Lástima. Y vergüenza; el país no se lo merece. Pero el resto de la jornada mereció la pena; inició un capítulo nuevo de la Historia de España aún por escribir.
