La toma de posesión del nuevo Jefe del Estado está abriendo en canal la atormentada conciencia de algunos españoles. Demasiados complejos, comenzando por el de inferioridad, y provocaciones pueriles sin más sustancia que la del titular de una gacetilla; en suma, la nada.
El gran paradigma lo ofrecen los dos partidos de la burguesías otrora industriosas vasca y catalana. En cuestiones como la que se ventila en la Ley Orgánica de Sucesión, para entendernos, la abstención es el único voto incompatible con el razonamiento. Se puede estar a favor o en contra del relevo en la titularidad de la Corona pero ¿inhibirse?
Entenderán los sesudos analistas de ambas formaciones que al asunto no va con ellos. ¿Por republicanos? No, eso es cosa de los radicales que les empujan y van comiendo terreno día a día por sus flancos siniestros. Pero tampoco consideran de recibo sumarse a la posición conjunta de los dos partidos de ámbito nacional.
¿Falta de sentido de la responsabilidad que debería acompañar a gentes presuntamente tan principales en sus respectivos ámbitos sociales? No, este es un asunto de lógica más que de responsabilidad; de lógica y de ordinario cumplimiento de la Ley.
La clave radica en ese extraño síndrome que les arrastra a mimetizarse con sus rivales olvidando esa apodíctica verdad de que la gente siempre prefiere el original a las copias.
Y desbarrando por esa dialéctica de tertulia televisiva llegan algunos, el PNV sin salir del nacionalismo, a proclamar la gran estupidez de la semana: que Felipe VI no vista uniforme militar en su toma de posesión; precisamente en ese acto del que se abstendrán por no sentirse concernidos.
Insólito. Podría vestir de frac, chaqué, traje de calle, traje corto tan español o el mismísimo vestido de luces, por qué no; o de caballero de la Orden de Malta, de magistrado, de embajador, de graduado en Relaciones Internacionales y Seguridad por la Brown University… En fin, de todo menos de lo que corresponde a un jefe supremo de las fuerzas armadas, que es lo que asume, además de la titularidad de la Corona. ¿Acaso preferirían el armiño? Qué lejos de este PNV aquel histórico del pacto con la Corona.
Siendo todo ello de lamentar, peor sería que el protocolo nacional atendiera consejos dictados a golpe de complejos o provocaciones y condenara al común de los españoles a vivir de tapadillo la jornada del relevo en la Corona, tal y como se escuchaba la Radio Pirenaica en los años 50 y 60 del pasado siglo. Sería absurdo, precisamente en uno de los jueves del año que, según el dicho, relucen más que el sol.