La noticia de la oferta de la Telefónica hispana a Prisa para quedarse con Canal+ se ha adelantado poco más de una semana a la que ATT ha hecho formalmente este domingo para comprar DirecTV, el primer operador de tv por satélite en Estados Unidos. Ambos movimientos paralelos tienen un mismo fin: dotar de contenidos al nuevo canal que utilizará masivamente la telefonía terrestre, la fibra óptica.
Pasarán a la historia las antenas parabólicas, decodificadores y demás parafernalia que tanto el Plus español como la DirecTV utilizan para transmitir sus programas televisivos. Y la súper alta definición, el relieve, etc. serán los nuevos alicientes de una industria demasiado saturada.
Hace aproximadamente un año corrió el rumor de que ATT exploraba aquí la compra de Telefónica, para lo que tendrían dispuestos hasta 122.000 millones; cincuenta y dos mil para absorber deuda y poniendo sobre la mesa los restantes setenta mil euros. Se comentó que el Gobierno español les quitó la cosa de la cabeza aludiendo al interés estratégico que para el país tiene la compañía que ya nadie sabe cómo se llama, ¿Telefónica, Movistar? Curiosamente, en aquel no concretado intento ATT ofrecía entonces, como ahora ha hecho para comprar la satelital americana, un premio del 30% sobre el valor de las acciones en el mercado. Por DirecTV pagará unos 40.000 millones.
La historia de ambas telefónicas ha corrido muchos años en paralelo, prácticamente desde la fundación de la española reinando Alfonso XIII. Además de la presencia de ITT como accionista de referencia, la Telefónica utilizó todos los elementos con que ATT configuraba la identidad de una compañía, desde la singularidad de sus edificios centrales hasta la publicidad comercial y otros puntos del libro de estilo para relacionarse con el público.
Pero lo significativo es el movimiento iniciado que va a transformar las telecomunicaciones, algo similar a cómo Internet ha roto el esquema de las empresas periodísticas. Las operadoras, como las publicaciones impresas, están abocadas a cambios profundos para adecuarse a nuevas tecnologías que hacen obsoletos sistemas acreditados durante muchos decenios. No son tanto los contenidos lo que entra en crisis como la forma de tratarlos y transmitirlos.
Y, sobre ello, la creciente necesidad de alcanzar la masa crítica necesaria para ser relevante. En ese proceso están las telefónicas, en él sucumbieron muchas revistas y bajo él viven dificultosamente el resto de las publicaciones impresas.