No podía ser de otra manera; el mimetismo alcanza a todas las esferas de la vida pública. Los militantes acaban hablando el lenguaje de sus dirigentes; los empleados de la multinacional, el de su presidente, CEO o de quien esté al mando; los curas, el de su pastor; y el de sus clientes, algunos abogados demasiado mimetizados con sus presuntos. Y quien dice lenguaje podría decir hábitos y modus operandi. Podríamos seguir con la pléyade de chorizos entrampados en la gurtel, los eres, los cursos de formación, la crisis de las cajas, los nos, las iteuves y el palau catalanes y el largo etcétera al que cada mes acumula un sumario más.
Hoy tuvo su minuto de gloria, fue noticia, vamos, el defensor de un juez que quiere ser europarlamentario por su partido particular porque la toga se le ha ensuciado y ni él cree posible limpiarla. Un letrado, hijo del magistrado a quien el presidente Zapatero encomendó la fiscalía general del Reino durante su mandato, dice que ha perdido la confianza de su cliente y se retira. El cliente queda sin asistencia letrada, la vista ha de retrasarse, y con suerte a su favor, el presunto podría llegar a ser elegible en las elecciones europeas. Para mayor sarcasmo, el letrado argumentó antes de retirarse que el justiciable podría gozar de aforamiento; al ser candidato europeo el TSJM le vendría estrecho.
Como en el fútbol, en las tácticas de defensa letrada caben modalidades diversas, desde la acumulación de defensores tipo catenaccio con que algunos equipos italianos triunfaban hace décadas, hasta el abogado figura que no se despega de su hombre. Este es el caso de Bárcenas y su defensor Gómez de Liaño, lastimosamente dedicado a ir dejando caer las chinitas con que el tesorero infiel alimenta su vendetta.
Pero lo del juez Elpidio J. Silva tiene otra dimensión más doméstica. La figura sólo lo es por los apellidos heredados de su progenitor; ¿un abogado de quita y pon? Mejor, el instrumento para retrasar una vez más la administración de justicia. Dice Conde-Pumpido jr. que ha perdido la confianza de su cliente, y el tribunal convocado para examinar el caso ha de plegarse a la estratagema; cosas de las garantías procesales.
Benditas garantías procesales que distinguen nuestro sistema de tantos otros pero de las que no pudo beneficiarse el señor que se pasó dos temporadas entre rejas porque al juez Silva, sin potestad para ello, se le puso en el entrecejo. Naturalmente, el juez en excedencia recibió ayer la solidaridad de Cayo Lara, partidario de aquellos otros sistemas, como el castrista.