Prudente el lendakari en su mitin nacionalista. Los hermanos Arana inventaron el Aberri Eguna para rememorar el día en que Sabino descubrió la patria vasca. Fue aquello, y así sigue celebrándose, un Domingo de Resurrección y, como no podía ser de otra forma entre gente de acendrado catolicismo, la primera edición partió de la plaza bilbaína del Sagrado Corazón, donde la Gran Vía termina, hasta la antigua casa del fundador del PNV. Fue en 1932, recién estrenada la Constitución de la segunda república. Aquellos nacionalistas de hondas raíces tradicionalistas, y fueristas hasta el día de hoy, parece que quisieron dejar en claro que no rezaba para los vascos aquello de que “España ha dejado de ser católica”, que un año antes había sentenciado el Manuel Azaña que entonces presidía del Consejo de Ministros.
El caso es que dentro de la efervescencia patriótica del día de ayer el lendakari Urkullu mostró dosis de prudencia y sentido común que ya quisiéramos todos, y los catalanes sobretodo, que alumbraran a su colega en la Generalitat.
Los nacionalistas son nacionalistas, vocación tardía en estos tiempos que cabe ser ejercida de buenos modos o ejecutada con malas maneras. El vasco fue por la primera vía. Parecen pasados en el PNV los tiempos en que su responsable alentaba a los de HB para que sacudieran el árbol del que recoger ellos las nueces caídas. Pero los ánimos parecen centrados en el mismo afán: el reconocimiento de la patria vasca, incluida Navarra y los vecinos territorios franceses.
La singularidad que la Constitución reconoce al País Vasco y que el Concierto tan claramente demuestra, parece no satisfacerles hoy. Tampoco la receta federal de Rubalcaba y López, Pachi, su edecán para el norte. Ni la independencia al estilo catalán; no. El PNV habla de confederación. Y de una Nación en Europa que no tendría, de momento, que pasar por construir un Estado a la medida. Antes que los Estados nosotros, los vascos, ya estábamos aquí; Europa es de los pueblos, no de los Estados. Mientras resolvemos las negociaciones conducentes a una confederación española, que el Estado nos dé voz en Europa. Por ahí van las cosas. El invento no es de hoy. De hecho, el segundo día de la patria vasca, 1933, se celebró en San Sabastián bajo el lema Euzkadi-Europa.
Veremos cómo evoluciona el problema, porque de problema se trata; sentado sobre otras bases quizá la interlocución sea factible, sobre todo si no tratan de ponerse entremedias personajes como Rodríguez y Herrero de Miñón, que bastante tabarra dieron ya mientras se hacía la Constitución.