La insistencia, clave de muchos éxitos, hace clamorosos los fracasos. Y en eso terminará el empeño que ponen los equilibristas entre la secesión y la Constitución para que Rajoy y Más negocien una solución civilizada al conflicto armado por el secesionista catalán.
La razón del fiasco es harto sencilla: nada civilizado puede salir de un atentado, que de eso se trata cuando se intenta quebrar la Constitución en una democracia. Darle vueltas y más vueltas al asunto no lo sacará del punto de partida; como el borrico uncido a la noria, siempre acaba donde empezó.
¿Tan difícil resultará esto de entender a quienes se presume instruidos, incluso linces para los negocios? Si malo es que gentes principales, como antes se decía, sigan haciendo la ola al violador de la convivencia nacional, peor es el ejemplo que dan al común.
Cierto es que los empresarios y comentaristas que en esas andan se han sentido desasistidos por quienes tenían que haber impedido la situación: los políticos, que para eso están en un sistema representativo. Pero quia; andan estos de los partidos en el y tú más y otras sabias consignas que cuatro descerebrados ponen a diario en sus iPhones -¿no es ese el modelo de teléfono que el Congreso les suministra con nuestro dinero?-.
Los políticos que sólo piensan en el mañana electoral, y por eso suelen perderlo, han recorrido a estas alturas demasiada distancia en una pretendida equidistancia, fruto de su imaginación. Son los que han comprado a los separatistas que la culpa es de los separadores, sin reparar en quiénes separan qué de qué.
Son los que achacan el problema a los populares por haber instado el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto negociado por Zapatero con los nacionalistas incluso a espaldas de su partido, entonces parte del tripartito que presidía la Generalitat.
Son los que culpan al Tribunal Constitucional de algo tan elemental como aplicar la Constitución en la sentencia que anuló determinados extremos de aquel texto.
Son los que olvidan que las leyes están para ser cumplidas, y que fuera de ellas crece la selva.
Son los que confunden todo, Sociedad, Estado, Nación, Patria. Y, como los del franquismo, llaman a este país Estado Español.
Son los que realmente no sienten como suyas todas y cada una de las regiones españolas; que en el fondo esa es la almendra del problema.
Y son también tanto quienes pagaron con lo que no era suyo apoyos para poder gobernar, como los que abusaron de su posición para levantar barreras, como la ley de política lingüística que Pujol arrancó a Aznar, o a González la cesión del 15% del IRPF.
Los costes al país que puede suponerle un gobierno en minoría son puro beneficio para los nacionalistas.
¿Negociar qué? De choque de trenes, poco; de momento, la triste estampa de unos insensatos queriendo desenganchar un vagón que no es suyoporque, como el resto del convoy, es de todos los españoles.