Pablo de Greiff es un ponente del Council de Human Rights de Naciones Unidas, que tiene su sede en Ginebra. Autodefinido como activista de los derechos humanos y académico, ha viajado por diversos países a cargo del International Center for Transitional Justice. Concretamente Guatemala, Honduras, Perú, Filipinas, Marruecos y los territorios palestinos ocupados por Israel, siempre vigilando la posible existencia de derechos conculcados. En su agenda no figuran otros países, como la Rusia de Putin, Bolivia o Nicaragua, en cuyas recientes transiciones algo podría decir esa justicia apellidada transicional. Ni que decir de otros de singular interés en materia de derechos humanos como China, Cuba, Venezuela o la Corea de Kim Yong, en los que la transición ni está ni se la espera.
Este colombiano provisto también de pasaporte estadounidense, sí que ha pasado recientemente por España y entre otros perspicaces avisos dice que el Gobierno debe anular la Ley de amnistía de 1977 que permitió que pudieran ser diputados ciudadanos como Carrillo o Blas Piñar, por ejemplo; o Líster, el general soviético, y el fundador de la Falange Fernández Cuesta se cruzaran tranquilamente por las calles del Madrid gracias a la Constitución de la concordia.
Además se adorna el personaje con lo de Cuelgamuros, las fosas comunes y la “indignación” que las placas conmemorativas que permanecen en las calles provoca en las víctimas. Sólo de algunas porque, naturalmente, se refiere a la mitad de las víctimas, como ocurre cada vez que los de Garzón hablan de la memoria histórica y hemipléjica.
Este cretino internacional ¿qué sabrá del modelo de transición que abrió el camino a la mejor historia de éxito registrada en su propio continente, la chilena? Lo preocupante es que los dos medios escritos con mayor difusión en este país reboten sus estupideces como si fueran doctas sentencias. “La ONU critica…”, “La ONU pide…”.
Extraño complejo de inferioridad que lleva a confundir con las Naciones Unidas el papel de un “special rapporteur on the promotion of truth, justice, reparation and guarantees of non-recurrence”, como consta en su hoja de admisión en la agencia; es decir, de ponente especial para la promoción de la verdad, justicia, reparación y garantías de no recurrencia del Consejo de Derechos Humanos de Ginebra.
El gran problema de la justicia transicional es la Justicia, con mayúscula y sin apellido. Algo parecido a lo que aquejaba a la democracia orgánica de aquí o a la democracia popular de allá, democracias de partido único que mantienen secuestrada a la sociedad; unas más que otras, como la Historia demuestra.