Se suceden breves noticias sobre desafecciones en partidos políticos. Últimamente, y tras la crisis de los socialistas catalanes, toca a los populares. No es baladí la tensión creada por los nacionalistas catalanes y vascos en ambos bandos. La falta de réplicas adecuadas por parte de uno y otro partido, a juicio de los disconformes, genera salidas por la puerta chica de militantes más o menos notorios que se sienten defraudados o no atendidos, según el caso.
Cierto es que la berroqueña estructura en que han cuajado las formaciones partidarias hace difícil el acomodo de las discrepancias, la pluralidad de opiniones natural en el seno de cualquier organización, desde las órdenes religiosas hasta los clubs deportivos. Que entre unas gentes organizadas en torno a una corriente de opinión se cierren los cauces de comunicación no revela nada positivo. Lo que permite vislumbrar es el empobrecimiento de ese cauce de participación y su paulatina pérdida de significancia.
Cuando hace unos años un Congreso socialista truncó la tentativa de Rosa Díez de presidir el partido, replicó fundando UPyD, el partido magenta como lo bautizaron sus propios promotores quizá tratando de desvelar su derivada ideológica. Curiosamente, el color magenta no existe como tal en todo el espectro de luz que el ojo humano reconoce; es una mezcla de luces roja y azul; eso es el magenta, o fucsia: rojo visto a través de una lente azul; tonalidad asociada al gusto femenino y que tiene en el verde su color complementario. Todo un manifiesto político.
Ahora, por la derecha, ha surgido otra novedad, Vox, en cuyo lanzamiento sus promotores quizá no hayan reparado que el término corresponde a una marca registrada de diccionarios ya vieja en el mercado. En cualquier caso, con su formación pretende hacer oírse un conjunto de ciudadanos ubicados entre la derecha y el centro derecha, que se sienten sin eco en el partido popular en el que algunos han militado. Su manifiesto fundacional tiene las mismas bases que anteriores pronunciamientos del madrileño Foro de la Sociedad Civil, reforma sistema electoral y ley de partidos, recentralización del Estado, reforma de la justicia, etc.
Que ciudadanos situados en las órbitas de los dos grandes partidos nacionales no hayan encontrado otra vía participativa que la de montarse otro a su medida es, sencillamente, lamentable. Ni ellos conseguirán lo que se legítimamente buscan, ni llegarán a abrirse los partidos encerrados sobre sí mismos. El país pierde.
Historia diferente es la de Ciudadanos, o Ciutadans, apellidado Partido de la Ciudadanía. Autodefinido en el centro izquierda, C’s es expresión de una rebeldía cívica frente al nacionalismo catalán; al margen de socialistas y de populares, partidos que por distintas causas no han podido, sabido o querido dar cauce a esa importante corriente de opinión en el seno de la sociedad catalana.
¿Qué función están cumpliendo pues los grandes partidos? Torpeza sobre torpeza, y así se recuece la vieja sopa de letras.