No está mal que en el último trimestre del año, apenas diez semanas laborales, la economía española haya crecido un 0,3% sobre el trimestre anterior. Se confirma así el punto de inflexión que asomó en el tercer trimestre, cuando el crecimiento de 1 décima frenó nueve trimestres de descensos ininterrumpidos. Con todo, en el conjunto del año el PIB se habrá cerrado con signo negativo, en torno al 1%. Pero la curva de los dos últimos años completos permite pensar que en 2014 será ya positivo. Todo ello, naturalmente, con permiso de los bomberos pirómanos que cercan el ruedo político.
El desempleo también modera su tasa de crecimiento, el consumo privado ha permanecido prácticamente estancado, el IPC ha ido cayendo durante el año y las exportaciones han propiciado una demanda exterior neta positiva en el PIB.
Por otro lado, el coste de financiación en los mercados ha logrado reducirse sustancialmente; la diferencia con el bono alemán que hace un año era de 350 puntos básicos se ha reducido hasta los 200. Y el IBEX 35 está liderando las alzas con que las bolsas europeas están saludando el año.
Pues con todo esto la gente no advierte que lo suyo mejore, y los bancos apenas tienen demanda de crédito para invertir. Conclusión un tanto apresurada: el común no acaba de fiarse de… ¿qué? Quizá ande escarmentado de aquellos tragicómicos dibujos de brotes verdes; quizá no acabe de crearse las cifras que suelen poner en berlina la oposición y los sindicatos, o sienta que eso que llaman macroeconomía no llegan a proporcionar trabajo al hijo, mujer o padre en paro.
Quizá teman que con la tropa política en presencia casi nada esté seguro, y permanece a la espera del día en que el político dé una solución a cada problema sin buscar problemas donde no hacen falta soluciones. En fin, el mirlo blanco, o el clavo ardiendo al que agarrase para dar el salto y salir del hoyo.
Es la política, ¡la política, estúpidos!