Desde el Renacimiento pocos pintores se sustrajeron a recrear la historia de Susana y los Viejos que se cuenta en el Antiguo Testamento. Sucedió en tiempos de Nabucodonosor II, con los judíos en el exilio babilonio. El Tintoretto, Tiepolo, el Veronés, Guercino, Rembrandt, Rubens, Van Dyck… hasta un oratorio dedicó Händel a la peripecia de la virtuosa dama que no se dejó enrollar por dos viejos rijosos. Cuando iba a ser dilapidada bajo la falsa acusación de adulterio el profeta Daniel, apenas un niño, desmontó la patraña. Se limitó a preguntar a los falsarios dónde fue que vieron a Susana yaciendo con el desconocido joven, y de ahí salió la verdad, o sus mentiras: uno dijo que Susana yacía bajo un roble, y el otro la situó a la sombra de una acacia. Y así nació una heroína.
Otra Susana despuntó en la conferencia política con que los socialistas intentaron levantar el vuelo en el fin de semana. Es Susana Díaz y habla con una persona normal; con sentido, queriendo decir lo que dice, y despierta curiosidad por qué habrá más allá de lo que aparenta. No parece una aparatchik.
Como dirigente que es de un partido político y ante un millar de conmilitones naturalmente no fue el suyo un discurso académico, pero sí bien construido. Repartió apoyos con la naturalidad de quien dispone del poder necesario para hacerlo. Y se apalancó en las taras de la derecha gobernante lo preciso para hacerse con los aplausos del personal, para ser reconocida.
Su intervención fue lo único relevante del cónclave. Autocrítica con el zapaterismo –no nos reconocíamos- y con los dos años de Rubalcaba, Valenciano, Rodríguez y compañía –no estamos bien-. Fijó valores y las señas de identidad precisas para ser reconocibles como socialistas, sin distraerse en bobadas, la denuncia del concordato, y otros giros a la izquierda como la inmersión en las mareas callejeras de que habló Rubalcaba. Eso de ser socialistas reconocibles parece ser su argumento fuerza. Para rojos Susana ya tiene a Valderas en su gobierno.
Con el mismo aplomo que reclamó España como proyecto común, dio una larga cambiada a la reforma constitucional y, eso sí, presumió de que en la Andalucía que heredó de Griñán han conseguido demostrar cómo se combate la corrupción con transparencia; tal cual, nadie es perfecto.
Rubalcaba tiene su apoyo… hasta que la federación andaluza diga que se acabó el recreo. Y a poco que reflexionen volverán a gastar el tiempo que no tienen sobre si realmente merecerá la pena echar las redes por babor, que es lo que anuncian las conclusiones de la conferencia, el partido rojo, morado, verde y lo que haga falta. Para los de secano: roja es la luz de babor, flanco izquierdo de la nave; la de estribor, verde.
Nunca ganaron los socialistas peleando su flanco izquierdo; los votos que dan el poder se mueven por su derecha. Lo demuestra la historia desde noviembre del 82 –“el cambio es que España funcione”, que dijo González-. Cuando trataron de competir con comunistas y otras minorías radicales –Almunia ofreciendo un pacto de gobierno a IU en el 2.000, o el tripartito catalán de Zapatero, 2.003- lo acabaron pagando con sendos descalabros en las siguientes elecciones. ¿Se saldrá Susana con su afán de ser los socialistas reconocibles?