Parece que se le agotó el reservorio de las buenas maneras; el presidente de la Generalitat se muestra ante los micrófonos cada vez más cabreado. Las encuestas le descubren el vacío que va abriéndose a sus pies y cómo es sobrepasado por sus compañeros de viaje.
Más está amostazado, o avinagrado, porque sus cromos no interesan a Rajoy. No comprende como a los de Madrid parece importarles un bledo quién conduzca la marcha separatista; ¿cómo no me prefieren a mí, un burgués del establecimiento, antes que al Junqueras rojo y republicano?
Y es que puestos a abrir la catarsis que Cataluña precisa, ¿por qué no preferir que la Esquerra Republicana se haga con la conducción del proceso? Tal vez sea ese el detonante necesario para que la burguesía catalana se quiete de en medio a quienes con sus dislates están poniendo en riesgo su nivel de vida y sus ocios y negocios. ¿Estará próximo el fin del pujolismo que ha malbaratado el retorno de la Generalitat que protagonizaron Tarradellas y Suárez?
Ver ayer a Mas rendir homenaje a Companys era digno de lamento; lamentable. El señor Companys, sin contar con el resto del país, el 14 de abril de 1931 proclamó la república del Estado catalán desde el balcón de la actual Generalitat. Él y Maciá hicieron un Estatuto que el Gobierno de la República hubo de reconducir porque el Estado no era federal sino unitario. ¿Les suena?
Pero su mérito mayor, al parecer, fue el golpe de Estado que dio contra el gobierno legítimo republicano el 6 de octubre de 1934. La aventura duró un solo día. En la madrugada del día 7 se rendían los golpistas y Companys , entre otros, fue condenado por “rebelión militar” a 30 años de prisión, de los que cumplió apenas uno.
El patriota, un golpista contra el gobierno legítimo del momento fue elevado a los altares por el régimen franquista al juzgarlo y ajusticiar año y medio después de terminar la guerra civil. Nada extraña que sus herederos de ER continúen invocando su ejemplo, pero que los convergentes y unionistas de CiU, Mas, Durán y demás, les hagan la ola no tiene nombre. Así de sencillo. El golpe de Companys, como la simultánea revolución de Asturias alentada por los socialistas, fueron los primeros asaltos a la legalidad republicana que finalmente cayó víctima del último y definitivo, el del 18 de julio de 1936.
Golpe a golpe, verso a verso…