“Me voy a apuntar al paro”, dice quien lo que realmente hace es inscribirse en la oficina de empleo (Servicio Público de Empleo Estatal). El por qué a las oficinas de empleo se les llama del paro, es una pregunta sin respuesta. O por qué los comunicados de la EPA no destacan más la evolución del empleo que la del paro. Tal vez propiciara un cambio cultural útil a la sociedad.
La encuesta telefónica a 60.000 personas, la EPA, arroja un saldo de 5,9 millones de parados. Para el SPEE, antes INEM, son 4,7 millones. Que los primeros, los encuestados en sus casas, hayan hecho algún esfuerzo por encontrar empleo está por demostrar; los segundos, sí lo hicieron yendo a inscribirse a la oficina correspondiente.
Que para la encuesta cuenten los mayores de 16 años plantea una cuestión no menor: los estudiantes y el empleo.
Entre los 16 y los 18 años (bachillerato) el último año había 624.287 alumnos presenciales. Y entre los 18 y los 24 años, en la universitaria, 1.582.714 más. La suma de unos y otros supera los dos millones doscientos mil estudiantes, cuyo trabajo es precisamente el estudio; dos millones y medio con la formación profesional. Preguntados por si quieren trabajar difícilmente dirán que no; es decir, se contabilizarán como desempleados. Prácticamente ninguno de ellos se habrá inscrito en las oficinas de empleo, salvo que esté a punto de terminar su educación. Por ahí va una parte de la diferencia entre las dos cifras. Pero hay más.
Este país no ofrece ningún síntoma de tener en paro un 25,9% de su población activa, por tupida que sea la malla de protección social de la familia, Caritas y otras instituciones, además de las palancas públicas propias del estado de bienestar. ¿Hasta dónde llega la economía sumergida, la chapuza sin IVA, el pluriempleo y demás fórmulas para ir resolviendo que dicen los cubanos? Quizá bastante más lejos de lo deseable, a juzgar por las ofertas de empleo insatisfechas.
Los sindicatos deberían estudiar esa realidad antes de reclamar empleos para toda la vida y de cargar contra la reforma laboral; antes de decir bobadas, como que “el descenso del paro no afecta a los jóvenes entre los 16 y 19 años”, según la secretaria de empleo de CC.OO, o simplezas como que “hay que tener en cuenta que gran parte de esta reducción de la tasa de paro es el reflejo de una tendencia que ya venía de trimestres anteriores, como es la disminución de la población activa”.
¿Ignorará el secretario de acción sindical de UGT que el descenso de la población activa debería tener el efecto inverso? A ver: número de parados entre población activa, igual a tasa de paro. Si el denominador (la población activa) disminuye, el cociente debería aumentar… salvo que el numerador (los parados) haya disminuido aún más, como ha sucedido.
Con las cifras reales: en el primer trimestre del año la población activa era de 22,837 millones y la tasa de paro fue de 27,16%. En este tercer trimestre, la población activa efectivamente ha caído, 22,728 millones, pero la tasa de paro también, 25,98%. No hay misterio: lo que hay es ciento noventa mil empleados más – 18,823 millones frente a los 16,634 millones del primer trimestre-. ¿Ya?