Tokio/Japón ha sido considerada por el COI como la opción más fiable y segura en momentos de incertidumbre. La crisis ha tirado por tierra el sueño español/madrileño. Imaginamos los Juegos como una palanca para volver a ser lo que fuimos, pero los jueces no se han fiado de la solidez de nuestro punto de apoyo. Así ha sido.
La soberbia intervención del Príncipe de Asturias no bastó. Ni que las instalaciones españolas estén ya desarrolladas en más de tres cuartas partes, o que Madrid y su entorno tengan la mejor red de comunicaciones. No; seguimos siendo víctimas de las incertidumbres.
Al parecer, para los miembros del COI la catástrofe nuclear nipona y los residuos radioactivos no generan incertidumbres. Tampoco es motivo de incertidumbre el vecindario de Estambul/Turquía, sus países en guerra y hasta la presencia de los hermanos musulmanes en su propio territorio.
Rogge, el cirujano belga que preside el COI, pudo darnos una alegría en memoria de su predecesor Samaranch, pero no lo hizo. Se despide ahora del cargo quizá dando el relevo al actual vicepresidente, el medallista alemán Bach; o al banquero portorriqueño Carrión, director del comité de finanzas y presidente del primer banco de la isla. Carrión ha sido el negociador del acuerdo con la norteamericana NBC para la retransmisión televisada de cuatro juegos, hasta el 2020 precisamente, que suponen al COI ingresos de 4.000 millones, aproximadamente.
Dejando de lado la probidad de los jueces y cuestiones similares, convendría recapacitar sobre que los milagros no abundan, y que de la crisis y demás incertidumbres se sale día a día; con esfuerzo para recuperar lo que se perdió, la tenacidad con que el deportista entrena para superar sus marcas o el arrojo del torero para dominar al morlaco. Quizá vaya por ahí la lección del día.
Y milagros, los justos.