Jean-François Revel dejó escrito en sus memorias: “No he conocido otra profesión, ni siquiera la política, más ciega ante la distancia cotidiana que separa su práctica de sus principios”. Revel sabía de lo que escribía. Filósofo y periodista, resistente anti nazi, joven socialista y liberal en su madurez. En los años 80 dirigió L’Express, luego fue columnista en Le Point y en un largo etcétera de empresas informativas que fue enhebrando entre ensayos como Ni Marx ni Jesús, La tentación totalitaria, La nueva censura, La gran parada, y así hasta más de dos docenas.
La cita viene a cuento del abismo abierto entre la práctica y los principios de que alardeaba el diario de Berlusconi en España, hace un par de días, tratando de justificar su embestida contra Rajoy y el Gobierno. El Mundo se ha convertido en un jugador que pone sobre la mesa su resto contra las cartas de Rajoy. No es nuevo.
Ha venido apostando sistemáticamente en la misma dirección dando pábulo a la propietaria del partido magenta, a las críticas de Aguirre o de Aznar y a quien pudiera arañar la coraza mayoritaria del gobierno popular. Como en otros asuntos, dio crédito a personajes tan solventes como la tal Corina, a Mario Conde, Ruiz Mateos antes, o ahora un tal Torres contra su ex socio Urdangarín. Y así va escribiendo una historia de España que Dios salve a los investigadores que el día de mañana bebieran de tal fuente.
La confusión del periodismo con la política es tentación propia de ambas artes, y generalmente de efectos no deseables. Y así sucede cuando se parte del falso principio de que la información es maleable.
Lo primero que un político se pregunta ante una información adversa es ¿quién ha lanzado esto y por qué? Su primera reacción es que lo publicado sólo persigue su descalificación, anularlo. Raramente se cuestiona lo realmente importante: ¿lo publicado es real o falso?, y a partir de ahí puede acometer toda suerte de dislates, comenzando por las explicaciones a medias y siguiendo por campañas de contra información.
El juicio ético-político de esa actitud bastante generalizada en todo el mundo democrático, es decir el sometido al escrutinio de la información, sería claro si el otro polo, el periodístico, cumpliera cabalmente con su responsabilidad. Es decir, si no manipulara la información con objetivos políticos.
El choque de una y otra concepción de la información conduce a situaciones como las que estamos viendo en el caso Bárcenas. Un conflicto de credibilidades en que la sucesión de hechos inclinaba el balance a favor de uno u otro contendientes.
¿Bárcenas o Rajoy? La cuestión ha comenzado a resolverse en cuanto El Mundo entró en guerra. La razón no reside tanto en las cuatro versiones contrapuestas que el chorizo ha ido ofreciendo en los últimos seis meses, como en el hecho de que su lanzadera mediática, y jurídica también a partir de ahora, ha dejado constancia de su juego político.
La información de El Mundo ha dejado de ser esclava de los hechos. De momento aún no ha explicado cómo y de dónde sacó su fuente, su pretexto, los 48 millones que guardaba en Suiza.
cuantos sucios desean el mal ajeno y culpan a rajoy, cospedal y santa maría, de que si lo sabían, en cambio con el psoe-iu no pasa na con los eres, no pasa na si no lo saben, es normal, lo mimo con el cobrar ley dependencia gente muerta, no pasa na si no lo saben es psoe-iu, y con las ilegalidades de valderitas y el de macarena y otras cosas más psoe-iu, yo aunque sea pp pido cárcel corruptos aunque sean del pp, pero no todos los políticos son chorizos, ay políticos honrados sean del color sean, al igual tos personas no somos estafadoras, ni asesinas. Ah y las ilegalidades que estas si saben psoe-iu bolsas junta y sas títulos falsos y libros plagiados, y están currando gente ilegalmente, esto si lo saben y no hacen na, hasta sindicatos saben. Ah y la ilegalidad OID, junta que es griñancito tb lo sabe.