Un poco fuerte la expresión en boca de comisario europeo, y uno de los siete vicepresidentes de la Comisión. Se llama Almunia, Joaquín: “Espero que se coman sus palabras los que pintan un futuro dantesco”. Sea quienes fuesen quienes pinten ese dantesco futuro, la expresión no es de recibo. ¡Comerse sus palabras! Ni que estuviera en un batzoki discutiendo sobre el mejor pil pil puesto en la mesa. Comerse sus palabras ¿quién?
El comisario, persona habitualmente afable por otra parte, no es precisamente paradigma de finura política, de la finezza de que hablaba el democristiano italiano afeando la rudeza que reviste la carpetovetónica política. No parece que sacara buen provecho, en esto, de su paso por los jesuitas de Deusto.
Trabajó unos años como economista en la oficina que las Cámaras de Comercio tenían en Bruselas antes de la transición. De ahí pasó a los servicios de economía del sindicato socialista dirigido por Nicolás Redondo, desde donde dio el salto al Congreso de los Diputados en las primeras elecciones constitucionales.
Tampoco parece que refinara sus formas su paso por el Gobierno de la nación, como ministro de Trabajo en el primer gobierno de González y de Administraciones Públicas en el siguiente. Colaboró luego Argentaria, el gran banco público que creo Luzón, coordinando sus informes sobre la distribución de la renta. Y de ahí a la lucha por el poder dentro de su partido, el PSOE.
A pesar de haber perdido las primarias internas, al cabo de dos años fue candidato socialista en las elecciones del 2000. En su sonoro fracaso, el grupo socialista pasó de 161 a 138 diputados, pudo influir su proyecto de formar gobierno con los comunistas: Aznar consiguió la mayoría absoluta y el PSOE no exhibió niveles tan bajos hasta la derrota de Rubalcaba hace dos años. Dejó la secretaría general del PSOE en manos de Chaves que convocó el Congreso del que salió Zapatero; y su acta de diputado para irse a Bruselas donde ocupó la comisaría atribuida al español Solbes.
Desde entonces está en Bruselas ocupando la plaza que corresponde a un español. Lástima que nuestro hombre en Bruselas sea como el tío de Alcalá. Aquello del refrán: “el que tiene un tío en Alcalá ni tiene tío ni tiene na”.