Hay situaciones que no dejan de sorprender, como la trifulca montada sobre los empleos a tiempo parcial que como remedio de urgencia se practican en Alemania, por ejemplo, y muchos propugnan como lenitivo del paro en España. Los llamados minijobs, sin entrar detalles. Ayer el catalán Consejo Asesor para la Reactivación Económica y el Crecimiento se lo indicaba al gobierno de la Generalitat, añadiendo que los minijobs encajan perfectamente en el acuerdo estratégica 2013-16 que Generalitat, sindicatos y patronal tienen firmado.
Pero en Madrid, uno de esos sindicatos, Comisiones concretamente, después de decir al gobernador del Banco de España que se aplique a sí mismo la receta del minijob que sugiere introducir, entonaba el “no pasarán” ante la propuesta en el mismo sentido hecha en el Plan de Empleo de la Comunidad madrileña. Dicen que lo del salario mínimo es sagrado; que lo de los trabajos a tiempo parcial es una trampa para pagar menos y “nadie puede cobrar menos porque está prohibido por la Ley”.
Cabe pensar que los sindicalistas de marras conocen la Ley de la que hablan, sería lo mínimo dada su profesionalizada ocupación. Y si así fuera ¿por qué mienten? Los decretos que anualmente fijan el llamado salario mínimo establecen en su artículo primero, después de fijar la cuantía, 645,30 euros mensuales en el último de 28 de diciembre, que tal salario “se entiende referido a la jornada legal de trabajo en cada actividad… Si se realizase jornada inferior se percibirá a prorrata”.
O sea, ven los de Fernández Toxo como cosa normal que el decreto que año tras año conocen de manos del Gobierno de turno antes que el resto de los españoles determine, como es de cajón, que si se trabajan menos horas se cobrará la parte proporcional. Si comprenden que eso es lo suyo y en Cataluña, lejos de poner pies en pared ante los minijobs, dicen que deben ser contemplados, ¿por qué demonizan al señor Linde cuando dice lo mismo; por qué en Madrid constituyen un atentado social?
¿Por qué no salen a ver qué es lo que pasa por esos mundos de Dios? En Alemania, por ejemplo, la misma que nos explota a los pobres sureños europeos, hay más de seis millones y medio de trabajadores con ese sistema; cobran unos 400 euros mensuales por media jornada, tiene reconocidas vacaciones anuales y los impuestos y seguros corren a cargo del empresario.
¿Será mejor seguir manteniendo ociosa una cuarta parte de la población activa? ¿Se sentirán los parados más dignos cobrando el subsidio de desempleo, mientras dure, trampeando con el empresario un falso despido para que el resto de los trabajadores pague el mes que interrumpa el carácter permanente de su empleo?
El de la dignidad, ese es el gran derecho que los ciudadanos adquieren por el hecho de ser personas. Ese es el derecho adquirido por el que sindicatos deberían movilizarse; aquí, hoy en una democracia, como en la Polonia de los años 80 lo hizo Solidarnosc.