Dentro del gris tirando a oscuro que tanto se lleva en la política nacional, lo de los socialistas es digno de reflexión.
La cúpula del partido, Rubalcaba, Valenciano y Rodríguez, lanza a Rajoy el desafío del pacto de Estado para tratar de salir del escrache con que les tienen fritos federaciones y barones regionales a costa de las primarias. Más allá de que la propuesta esté diseñada para los telediarios, y hacer como que se preocupan de tan preocupante situación, en principio no habría por qué dudar de que es un paso suficientemente pensado como para no caer en un inmediato renuncio.
Proposiciones de este tipo son capaces de aguantarlo todo sobre el papel, singularmente cuando buena parte de la opinión pública no entiende por qué demonios los políticos no se aplican a remar en una misma dirección; sobre el papel, es decir, hasta que la realidad no se imponga con su insolencia natural. Que es lo que ha sucedido.
Fue en Vitoria. El lehendakari Urkullu, ayuno de la mayoría necesaria para aprobar unos presupuestos con los que gobernar el País Vasco, se abrió a un acuerdo a tres bandas, un pacto de estabilidad con socialistas y populares. El paquete podría contener en su seno algún contrabando, concretamente las aspiraciones soberanistas que la burguesía nacionalista no quisiera satisfacer de la mano de los etarras y asimilados. Pero de momento la petición es mucho más concreta y verificable: un programa de gobierno para seguir siendo la región española con menos índice de paro, por ejemplo.
Así dejó plantado los bolos el jefe del ejecutivo vasco. Los populares acogieron positivamente la propuesta: “Una situación excepcional requiere medidas excepcionales; ese acuerdo es posible y necesario. Estamos dispuestos”, dijeron por boca de Arantxa Quiroga. Normal.
La sorpresa corrió a cargo del portavoz del PSE, el ex lehendakari López, víctima a estas alturas de aquel extraño atavismo que llevó a sus conmilitones catalanes a firmar el Pacto del Tinell para aislar a los populares en el principado. Ni más ni menos, espetó a su sucesor en el parlamento vasco que con el PP, ni a chiquitos. Porque “el PP es el abanderado del recorte y la privatización en toda España, del retroceso de los derechos…”, etc.
Quien así hablaba mientras que su secretario general volvía a ofrecer su mano a Rajoy, era uno de los aspirantes a sentarse en el despacho que viene ocupando Rubalcaba. Eso es lo relevante para tratar de comprender por dónde puede ir el partido de los socialistas. Lo de menos es que el lehendakari López lo fuera gracias a los populares en la legislatura anterior.
Aquello ya es agua pasada, pero que un aspirante cualificado a la secretaría general del PSOE adelante que de pactos con el PP nada, revela que lo que Rubalcaba ofrece no va a ninguna parte. Ni ellos mismos se lo creen.
Así no es de extrañar que el CIS apunte en su reciente sondeo que mientras los populares de los recortes han perdido un 2,9% de votos en el primer cuatrimestre del año, a los socialistas se les haya ido un 7%. ¿A que no resulta tan increíble?