Del debate producido esta mañana en el Congreso, una conclusión: Rajoy sabe a donde va. Lástima que no lo explique con mayor asiduidad. Es un gran parlamentario, quizá el mejor de los que allí se sientan. Y además parece saber de lo que habla, cosa que en el resto suele echarse en falta.
Ha sido una sesión interesante. Salvo excepciones, quizá las más estridentes fueron las payasadas de los comunistas Lera y Coscubiela y la demagogia populista de la ex socialista Díez, los portavoces de las fuerzas políticas mostraron bastante fielmente los estados de la opinión pública a que cada cual atiende.
Rajoy lo tiene muy claro: crecer, crear empleo y aumentar el bienestar exige corregir los cinco desequilibrios que lo impiden. Y se mostró satisfecho de las mejorías que su política ha procurado en el ajuste del déficit, control de la inflación, equilibrio del sector exterior, desendeudamiento externo y reestructuración del sistema financiero.
Por ello, siguió, hoy nos podemos financiar mejor, reducir la carga de los intereses y crear la confianza para que vuelva la inversión exterior. Por ahí va el buen camino, concluyó; son requisitos previos y necesarios para la recuperación.
Y, además, seguir reclamando a la UE más reformas, más integración y más liquidez.
Un esquema tan sencillo como intocable para él: “si el diálogo es para retroceder es mejor el no diálogo; este Gobierno no quiere volver a las políticas equivocadas”. Para abrirse a continuación a pactos sobre cuatro reformas anunciadas: la sostenibilidad de las pensiones, la unidad de mercado y las reformas local y de la administración.
En fin, aunque el uso de los tiempos con que juega produzca el efecto contrario, el presidente sabe dónde va. El resto, palabras.