Visto desde cierta distancia cabría pensar que el personal está feliz con lo que tiene, ¿para qué cambiar nada?, ¿a cuento de qué meternos en cambiar la educación? dicen unos. En la otra orilla, los otros no quieren ni oír hablar de corregir el fiasco que ha supuesto la subida del IRPF en medio de la crisis.
Lo de los impuestos nos está costando más de lo que parece. Aquella medida tomada teóricamente para recaudar más, y prácticamente para demostrar a nuestros acreedores que el país se apretaba el cinturón, nos está saliendo más cara de lo imaginado. Los cinco mil millones de mayores ingresos que proyectaron para el pasado año quedaron en poco más de ochocientos. Pero lo peor es que este año el crecimiento será negativo; de momento, el primer trimestre registra otros ochocientos millones pero de menores ingresos. Quienes lo pusieron, porque gobiernan, ni pío.
Lo extraño es que los que se oponen no levanten la voz sobre el asunto. No; lejos de pedir la revisión de aquella subida del impuesto sobre la renta… de los trabajadores, donde se han plantado es sobre los acuerdos con la Santa Sede, asunto en el que el país se juega la supervivencia, como es notorio. Ahí debe de estar para Rubalcaba y sus adjuntos la clave del arco por el que saldremos de la crisis, en la denuncia de un par de tratados diplomáticos, y con el Vaticano.
Realmente los que mandan no han podido preparar peor el camino de la reforma educacional que han enviado el viernes último a las Cortes, pero cuando los que se oponen se limitan a mentar al Vaticano, socialistas y comunistas de nuevo unidos, es como para pensar que la reforma tiene sentido.
Los chulescos desplantes de Mas sobre ella no merecen una línea, pero sí el comentario de Urkullu. Con aparente ingenuidad ha dicho que la propuesta gubernamental “a Euskadi no le sirve”. No se ha referido a sus educandos, ni a sus educadores, no, sólo al país vasco -¿también sujeto político de derechos, como decía el estatuto catalán?-. Y dice que no le sirve porque “pretende atajar unos problemas que en Euskadi no existen”.
Pero, y eso es entrar en el fondo del asunto, llegará hasta el TC, si la Ley se aprueba en los términos del proyecto, porque invade sus competencias en materia de Educación. Ahí está la almendra que a vascos y catalanes amarga, en la recuperación de los poderes del Estado para evitar discriminaciones entre sus ciudadanos garantizando su libertad e igualdad ante la ley.
Las cuestiones que importan, como los impuestos o la educación, pasan como si nada pasara. Y sin embargo a veces pareciera que este país, viejo patio que tanto aprendió de Monipodio, ha encontrado un nuevo motivo de disfrute en descabezar cuanto asome por encima de las trincheras de la mediocridad en que está sumido. Será para mitigar los efectos de la penuria envolvente. Tirar contra todo lo que se mueva está consagrándose como la nueva fiesta nacional. Muñecos hay que bien abatidos están, pero… ¿está la puntería garantizada?