Lo de menos es que Endesa comunique a un asesor, el expresidente Aznar, que quiere prescindir de sus servicios; dicho por pasiva, dejar de pagarle. Cosas así suceden de vez en cuando en las empresas de medio mundo. Más original es que ello se filtre a los pocos días de que el asesor en cuestión propinara un duro reproche al presidente del Gobierno y compañero de partido, Mariano Rajoy. Tampoco ello es demasiado sorprendente. Por un lado, el del político, entra en los riesgos que asume cuando ejerce como tal; por el de la empresa, denota su verdadero interés: la cercanía al poder. Y esto es lo realmente significativo, la afición de las grandes empresas por tener en sus entornos a políticos de primera fila. Algunos, incluso de segunda.
Endesa, segunda cuota en los mercados de energía eléctrica y gas españoles, 30 y 19 por ciento respectivamente, fichó al expresidente Aznar a finales de 2010. Pocos meses más tarde, instaló al ex vicepresidente de Economía Solbes en el consejo de su matriz, Enel, y su sucesora Salgado fue fichada un año después como consejera de Chilectra. Además del concurso de los dos altos ejecutivos socialistas, tiene en su consejo de administración a Miquel Roca, ex portavoz de los nacionalistas catalanes en el Congreso. ¿Caben más políticos españoles en la nómina de un grupo italiano?
Por ahí cabe encontrar una explicación: la que hace cuatro años era la gran eléctrica española hoy es una compañía italiana, propiedad, 96%, de Enel, a su vez controlada, 31,6%, por el Estado de aquel país que aquí algunos se empeñan en llamar transalpino, como si esto fuera Francia.
Se ha convertido en tópico que los grandes empresarios españoles gustan de cobijarse a la sombra del poder político, aquí y más cuando salen a hacer las Américas; lo de los italianos va más allá. Poco les importa en ocuparse de quien gobernaba aquí la Economía y Hacienda en 2009, cuando se cobraron la presa española, haciéndola consejera de una filial chilena para evitar la ley de incompatibilidades. O adelantarse a lo que iba a venir, la debacle de aquel gobierno al que tanto deben del socialista Rodríguez Zapatero, contratando al presidente de honor de los populares, el ahora preterido Aznar. Eso sí, sólo para que les echara una mano en cuestiones americanas, donde su base principal en aquel continente, Chile, acababa de estrenar el gobierno conservador de Piñera.
El propio presidente de Endesa, Borja Prado, reúne en su persona todos los ingredientes de este coctel de intereses en los que, además del Estado italiano emerge el inconmensurable Berlusconi. Prado ha sido consejero de Mediaset- Tele5, la compañía de Fininvest propiedad de Berlusconi y vice presidida por su hijo Pier Silvio quien también funge de consejero en Mediobanca, banco italiano cuya filial española preside Borja Prado. Mediobanca es el primer accionista de RSC, primer gbrupo de prensa italiano, siempre Italia, propietario de Unedisa, 96%, la editora de El Mundo, Marca, Expansión y demás, en cuyo consejo, por cierto, también tiene asiento el presidente de la eéctrica.
Endesa es todo un paradigma de la mezcla de política y negocios. Italiana tras aquella OPA hostil cerrada hace seis años con el concurso del gobierno español de turno y Acciona haciendo de caballo blanco, ocho mil millones en dos años tras las bendiciones de la Comisión Europea.