El objetivo es hacer como que se hace pero sin perjudicar los intereses y voluntad de la dama de hierro germana. El presidente del BCE aprovechó una breve estancia en Eslovaquia para anunciar el recorte de un cuarto de punto en el interés del euro; del 0,75 al 0,50%. Todo parece indicar que esperó a que la mandamás europea se sintiera confortada por las victorias, en esta semana que termina, de sus escuadras contra las españolas para hacer un gesto amable ante quienes fueron cayendo en las eliminatorias previas de la copa de campeones europeos: los franceses del St. Germain, los italianos del Milan o la Juve, los portugueses del Porto y los españoles del Málaga, Valencia, Real Madrid y Barça.
El gesto tiene más carácter simbólico que otra cosa. El interés europeo sigue siendo el más alto de las grandes economías occidentales. Los Estados Unidos tienen desde 2008 un 0,25%, y los británicos llevan el mismo tiempo en el 0,50 al que ahora nos sumamos los europeos del euro. Eso sí, en estos cuatro años y medio el euro ha estado dando vueltas en torno al 1, al 1,5 y al 0,75% mientras la crisis acumulaba cifras de paro insólitas y cinco trimestres de recesión.
Además informó Draghi que durante un año más el BCE suministrará la liquidez necesaria a quien lo solicite. Considerando que por un día ya estaba bien, no concretó las tan anunciadas como esperadas medidas de fomento de las pymes, y además echó una reprimenda a los gobiernos que han subido impuestos para alcanzar el ajuste fiscal. Es decir, siguió la senda abierta el día anterior por su colega de la Reserva Federal, Bernanke.
Las subidas de impuestos son el atajo; el camino correcto va por la eliminación de gastos que puedan producir las reformas estructurales en los sistemas que han quedado obsoletos, como la crisis ha puesto de relieve. Son verdades del barquero –no del banquero; del barquero- que, aún sabiéndolas, nuestros gobernantes no aplican y los de la oposición anatemizan como cosa diabólica.