Lo del pacto tiene todas las trazas de convertirse en tema del año. Añorados aquellos tiempos en que los políticos seguían las ansias de entendimiento, y de paz, del personal, años 70, hoy todos reclaman y ofrecen el pacto. El para qué, ya es harina de otro costal. Y ahí comienza el viacrucis del pacto.
Poner de acuerdo a la mayoría que tiene la responsabilidad de sacar de ésta al país con quienes esperan, como agua en mayo, que aquéllos fracasen ya es difícil de por sí. Si al cuadro le añadimos ingredientes de la finura y sanas intenciones de las minorías radicales, los sindicatos escuálidos de cotizantes, las llamadas plataformas sociales o el alcalde de Marinaleda, presto acude a la memoria aquello que el Dante puso en el dintel de las puertas del averno: lasciate ogni speranza.
Son demasiadas las voces que claman por acuerdos de naturaleza diversa; unos, contra el paro; otros, contra los separatistas; otros contra las privatizaciones, las hipotecas, etc. Pocos piensan que el consenso significa consentir, sentir conjuntamente, condescender, permitir. ¿Realmente están dispuestos a ello los agentes sociales, no sólo los políticos?
También los escépticos somos demasiados, aún reconociendo que sería bueno que ello sucediera. Pero más que por el objeto consensuado por el hecho de que las fuerzas sociales estuvieran en la disposición de consentir. Les recomiendo la Tercera que ayer firmaba el director Bieto Rubido en el ABC.
Volviendo a Dante, cuando apoyado en Virgilio llega a las puertas del infierno en que se avisa a los que entran que pierdan toda esperanza de salir, ve en el vestíbulo una serie de personajes conocidos por no haberse comprometido en sus vidas, como Poncio Pilatos y algún papa de su época. No están ni en el infierno ni fuera de él, sólo a las orillas del río que cruza la barca de Caronte. En vez de fuego, mordiscos del can Cerbero y otros suplicios mayores, los que no se mojaron ni para lo bueno ni para lo malo tienen otro tipo de penalidades, más ejemplares si cabe: perseguir sin final una bandera bajo el aguijón de sus conciencias en forma de avispas.
¿Aviso para los renuentes al compromiso? De momento todos hablarán de los pactos, al fin y al cabo suena bien, y la culpa de no alcanzarlos siempre será del otro. Y así, como al mono de goma, unos y otros le dan leña al pacto hasta que hable, cosa que se malician como imposible.