No todo lo peor viene del mundo político. Los representantes elegidos en los mil y un comicios que acosan al contribuyente –cada ronda cuesta una pasta- están dando el cante en demasiados campos como para hablar de excepcionalidades. Prácticamente no se salva un solo nivel, como repasaba hace un par de días Jordi Pujol. Lástima que no aprovechara la ocasión para pedir las correspondientes disculpas por lo que a su familia corresponde, pero en fin, esa es otra historia.
El caso es que si estamos donde hemos llegado algo debemos también a los medios informativos. La degradación moral es demasiado evidente en algunos como para no causar escándalo similar al que desatan los Bárcenas, Pujoles y Griñanes de cada día. Y lo grave es que el caso no se limita a esos medios marginales que toda sociedad soporta para canalizar sus peores humores; no. El mal llega hasta los dos grandes medios de ámbito nacional.
Imparten descalificaciones y acentúan cada desgracia nacional como si de ese ejercicio de masoquismo saliera algo positivo. Pocas instituciones se salvan de su escrutinio, desde la iglesia católica hasta la Corona, pasando por los gobiernos todos, desde los municipales al de la nación. El manoseo de los temas llega a lo esperpéntico cuando, como este fin de semana, se dedican varias páginas a recontar el accidente sufrido por el monarca en la cacería africana. ¿Novedad?, ninguna; eso sí, el recordatorio de que allí estaba la sufriente cortesana alemana. ¿Pretexto? Se cumplía un año de aquello, cosa que como efeméride para algunos puede llegar a valer un mundo.
Y para el otro, también: a por la Tercera República. ¿Y qué decir cuando éste hace la ola a la ocurrencia del gobierno de la Junta sobre expropiaciones como si ahí estuviera condensado el bálsamo de Fierabrás o la pócima de Panoramix que el país necesita para sanar todos sus males? O de los asaltos y señalamientos a lo nazi hasta que González mandó parar el recreo…
Uno y otro están reproduciendo, quizá inconscientemente, quizá miméticamente, las tensiones que en su propio seno están sufriendo los dos grandes partidos. Tensiones centrífugas en ambos casos; uno hacia la extrema izquierda y hacia la extrema derecha el otro. Alentarlas, como con frecuencia hacen algunos columnistas de uno y otro medio, es contribuir a desestabilizar el país, a romper las costuras que, mal que bien, lo han venido manteniendo hasta ahora.
Seguramente haya que reparar bastantes, deshilachadas por el paso del tiempo y la deslealtad de algunos agentes, pero no parece sensato apuntarse a la tabla rasa, a empezar de nuevo como si no tuviéramos hasta hoy una historia de convivencia. Y de progreso, hasta la borrachera de aquel dinero gratis de la pasada década. En todo caso, lo del periodismo es contarlo, no protagonizarlo.