Lo dice la canción compuesta para un musical de Broadway en 1931 y que once años después entró en la historia del cine gracias a Casablanca: “Las cosas fundamentales suceden conforme pasa el tiempo”. En esas parecen andar Rajoy y sus gentes, a la espera de que el paso del tiempo acarree las soluciones que ellos siguen sin explicarnos, seguramente sin encontrar.
El descenso de la prima de riesgo tal vez le haya reafirmado en esa extravagante filosofía, y si los de Bruselas confirman la nueva moratoria para ajustar el déficit será aún más difícil sacarle de sus trece. Aunque debería tener bien presente que la bonanza mucho debe a las mareas de liquidez mundial que, bajo el ascendente zodiacal del nuevo gobierno japonés, alcanzan en estos momentos cotas de pleamar y, haciendo de tripas corazón, invierten en lo que sea, hasta en deuda española o italiana cuando hace un año nadie quería estampita emitidas por nuestros Tesoros respectivos.
¿Seguirá resistiendo, imperturbable, el crecimiento pertinaz de parados que reflejarán las EPAs sucesivas durante un año más? O dicho por pasiva, ¿le permitirá la realidad seguir confiando en que el tiempo es el mejor lenitivo para el desespero de la mayoría de los españoles?
En política pocas cosas peores hay que tratar de ocultar la realidad. Y la realidad, por ejemplo, es que si en este año 2013 el Gobierno no hace su propio ajuste, el del Estado y su administración, será cosa de pedir la cuenta; el apaga y vámonos. Algo tan obvio como esto aún no ha sido desvelado por quienes tienen que ejecutarlo sí o sí, velis nolis, que decían los romanos.
Podrán alegar en su descargo que adelantarlo, con lo que conlleva de decenas de millares de nuevos desempleos, elevaría el clima de crispación y en un sector hasta ahora razonablemente tranquilo. ¿Y? Expliquen a fondo la situación, pongan sobre la mesa el plan de ajuste definitivo, discútase en el parlamento, única vía para hacer partícipe a todo el país, y ejecútenlo. Sin olvidar los mecanismos para la reactivación, porque sin la esperanza en que un mundo mejor está a la vuelta de la esquina, o incluso un poco más allá, nada es posible.
Todo esto no pasa de ser el ABC de la política, aunque a muchos les suene tan lejano como aquella vieja canción que cantaba en 1942 Doodley Wilson sentado ante Ingrid Bergman haciendo como que tocaba un piano, cosa que no sabía porque lo suyo era la batería.