Dentro de la atmósfera irrespirable generada por la corrupción y sus secuelas, la intervención de Mariano Rajoy ha supuesto una entrada de aire fresco. El problema no está cerrado, ni puede ser cerrado en una mañana por rotundo que haya sido el mensaje del presidente del partido y Gobierno. Tan terminante ha sido su defensa como el ataque. Ha defendido las cuentas de su partido y sobremanera las personales porque está presidiendo el Gobierno de la nación. Y se ha revuelto contra la insidia, lamentando “el comportamiento del jefe de la oposición que ha prestado el crédito que no merecen a las insinuaciones más dañinas, sin calibrar en modo alguno el efecto que tales insinuaciones pueden tener para nuestro país”.
Nunca habló tan claro y directamente. El gallego colgó la gaita y cogió su fusil. No pudo responder con mayor precisión a la doble exigencia que Rubalcaba le hizo en la sesión de control. Tajante negó la mayor, que es lo único efectivo ante situaciones de esta naturaleza. “Yo soy responsable de lo que hago, no de lo que se diga”. Si las cosas son como dijo, no cabe dar pábulo a la insidia. El socialista se llamó andana y con escasa finura juzgó que el presidente había “ligado su suerte a la de Bárcenas”.
Rajoy tuvo el acierto de hablar, primero, como presidente del Gobierno, pues es el Gobierno quien más directamente se debe a los ciudadanos. Aportó un detalle interesante en las actuales circunstancias, el hecho de que ha “trabajado fuera de la política. Yo ganaba más dinero en mi profesión que como político”. Qué poco frecuente es eso entre los políticos que hoy surgen de la militancia endogámica que alimenta los partidos.
Achacó a las infamias disfrazadas de presuntas un móvil político: desarmar su capacidad para seguir gobernando. Qué haya nacido antes, el chantaje de quien esparce la mierda o la utilización política de ésta, es una cuestión de difícil respuesta que queda pendiente de aclarar. Porque si repugnante resulta el tipo de los 22 millones en Suiza, qué decir de quienes reproducen ante las sedes populares el asedio incendiario de cuando la guerra de Irak…
Pese a todo lo dicho, la auditoría interna, las declaraciones juradas y la próxima auditoría externa, la niebla seguirá enrareciendo la vida en la pradera nacional mientras haya un solo indeseable dispuesto a repetir el número de Sansón en el templo lleno de filisteos, y los políticos sigan sin tomar conciencia de su responsabilidad ante la sociedad.