El Gobierno tiene concentrada toda su atención en la crisis, en sanear las raíces de la economía del país. Y ese empeño en no distraer esfuerzos y capacidades de lo que considera urgente y primordial es muy loable… mientras no concurran otros problemas esenciales, capaces de arruinar los primeros frutos conseguidos a base de bastante sudor y algunas lágrimas, y quién sabe si el futuro del país por muchos años. A veces lo urgente es enemigo de lo importante.
Los fríos de un invierno duro como pocos han mantenido cierta quietud en los ánimos de tantos indignados como se manifiestan por el momento a través de las redes sociales. Pero con la primavera volverán a florecer por las calles manifestaciones sin fin y con pancartas cada día más atrevidas.
Algo grave sucede cuando un periódico, o dos, parecen empeñados en dictar el curso de la vida nacional, cosa que en buena medida están consiguiendo. No son expresión de la opinión pública, papel que los medios juegan en sus mejores momentos dentro de las democracias occidentales; antes al contrario ellos se arrogan el papel de movilizar al público, de dictar su opinión. Puro leninismo.
No tienen empacho en aventar basura ni atizar los rescoldos de viejos fuegos. No importa qué ni quién se ponga por delante; todo es susceptible de ser devastado por el fuego de la regeneración que ellos dictan. Instituciones y líderes sociales, desde deportistas hasta eclesiásticos, partidos políticos, empresas mercantiles, hasta las propias estructuras estatales.
Cierto es que no les faltan astillas de fuego fácil con que prender las llamas; chulos de medio pelo o de pelo entero, tesoreros golfantes y financieros sin escrúpulos, falsas princesas, falsos duques, cretinos sin cabeza, espías, huele braguetas, comisionistas y chorizos, simples chorizos, que tampoco los de la Junta andaluza llegaban a más con sus eres falsos como duros de madera.
Cuando además de tropel tan nutrido de sinvergüenzas surgen irresponsables que abren problemas para encajar soluciones extravagantes, caso de los Mas, Pujol, Durán y compañía, o del Pere Navarro y conmilitones socialistas catalanes, o de los Sortus, Bildus y demás camuflajes etarras, la nave amenaza con hacerse ingobernable. El momento de las ratas.
Aún no estamos en esas, pero quizá no andemos demasiado lejos, y lo peor es que muchos piensan que ya hemos llegado. La veda se ha levantado y demasiadas escopetas tiran a todo lo que se mueve con el consiguiente peligro del fuego cruzado, los famosos efectos colaterales de las guerras de supuesta precisión. Demasiadas gaitas que templar por sólida que sea una mayoría parlamentaria.
El consenso que tantos reclaman no será posible mientras la oposición siga quebrada y concentrado su timonel en no abrir nuevas vías de agua que arruinen definitivamente las cuadernas de su nave centenaria.
Levantada la veda y sin el concurso los centrados en la crisis y de los preocupados por su supervivencia cualquier cosa puede pasar, y no precisamente buena. Y encima, la zozobra italiana.