Está a punto de terminar la paciencia con que el personal ha soportado eso que llaman ajustes, la devaluación interna impuesta por las circunstancias. Diversas circunstancias, desde la de ser miembros de la UE, hasta la de habernos merendado la cena en los días de vino y rosas, pasando por el hecho de haber tardado dos años en reaccionar a la crisis; flecos del “no passsa na…”. El caso es que se ha abierto barra libre a manifestaciones, huelgas y violencia.
A nuestro país le faltan reflejos para enfrentar situaciones de crisis. Una especie de temor inconfeso a algo tan de cajón como es el hacer cumplir las leyes. La gran cuestión que ayer ponía sobre las mesas de los centros de decisión internacionales el FT es si lo del caso Bárcenas detendrá la senda de reformas que el gobierno Rajoy viene transitando mal que bien. Y la pregunta la hacía el diario británico con el temor de que este Gobierno se rinda ante el cabreo causado por los casos de corrupción que salen a diario, nuevos o viejos porque los hay recidivantes como la gripe.
Faltan reflejos en los que mandan, y músculo en el conjunto de la sociedad para superar dificultades. No hemos tenido los españoles experiencias recientes de heroicas resistencias, como el Reino Unido frente al nazismo hace setenta años, o hace cuarenta la Polonia frente al comunismo. Aquí, después de la guerra de la Independencia, las resistencias se han ejercido siempre entre españoles. Así lo prueba el record que ostentamos en guerras civiles durante el último siglo y medio. Y tal vez estemos sufriendo las consecuencias.
Salvo aquel paso del Rubicón para vivir en democracia que el país dio entre los pasados años 76 y 79, la sociedad y sus líderes, no han estado a la altura de cada momento. Y hoy más que no estar a la altura parecen empeñados en jugar al bombero pirómano. Cada cual tendrá sus razones -la de los socialistas soldar el partido, por ejemplo, la de los populares enterarse de lo que puedan haber tenido dentro- pero no son esas las razones que el país necesita. Serán deberes pendientes, pero así no se construye nada, y menos el futuro.