Llegado el momento, no pulsó ningún botón. Chacón tuvo dos oportunidades para definirse entre los dos socialismos que le hielan su corazón. Dio a la publicidad que no votaría con quienes la secundan en las listas catalanas, pero tampoco lo hizo junto a sus compañeros del resto de España. Se mantuvo en la nube.
Ante las propuestas que traían los nacionalistas de CiU y los comunistas camuflados bajo el palio de “la izquierda plural”, la joven promesa del zapaterismo -¿recuerdan?- no votó negativamente, tampoco afirmativamente, ni siquiera apretó el tercer botón, el de la abstención; no, llanamente se difuminó en su escaño, se hizo transparente, la nada.
Más que desmarcarse se desencuadró, sin acomodo en su PSC original ni en el PSOE ambicionado. No tuvo los arrestos de otra catalana, barcelonesa de la capital, bautizada en Santa María del Mar como Agustina Saragossa Doménech y más conocida como Agustina de Aragón. No; se quedó entre medias, ni contigo ni sin ti, que quizá sus principios no sean tan firmes como anuncia.
Comentó ayer que se ha equivocado muchas veces votando bajo las instrucciones del partido. Prudente pensamiento que, al parecer, esgrime tanto frente a los conmilitones catalanes que marea Navarro, como frente a los federales de Rubalcaba. Porque ya dice ante la prensa –siempre los medios- que no va a estar “en nada que suponga la ruptura de Cataluña con España”.
Mal asunto cuando se nivelan dos realidades de niveles tan diferentes como el de la nación española, el todo, y la parte que dentro de ella representan los catalanes. Cierto es que la hasta hace poco joven aspirante a la secretaría del PSOE en ocasiones puntualiza mejor refiriéndose a Cataluña y el resto de España. Pero en el fondo parece que no acaba de saber por dónde seguir. Y no es extraño, pues ella calibrará mejor que nadie lo poco que puede ya representar en el conjunto del socialismo nacional si se ha quebrado su punto de apoyo natural, el PSC.
Parece estar buscando una nueva vía, la cuarta si el zapaterismo fue la tercera, con la que volver a la carrera. Ayer tuvo la ocurrencia de avanzar por la puerta que Rubalcaba abrió hace quince días, la de un PSOE en el que la E significara Europa, no España.
Y así fue como Chacón dijo –siempre ante los medios- que “trabajará por un proyecto social y socialista de Cataluña hermanada con España en una Europa diferente«. ¿Hermanadas bajo una federación europea de estados, quizás?
Nunca los separatistas deberán tanto a nadie como al actual miembro del Consejo de Estado y hasta hace año y medio presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. El de la desdichada ocurrencia de que apoyaría el Estatuto de Cataluña tal y como saliera del parlamento catalán. Fue hace nueve años. Poco después, su hombre en la Generalitat, el charnego Montilla, le rindió aquel extraño homenaje: “José Luis, te queremos mucho, pero más queremos a Cataluña”. Y el nacionalismo volvió a hacerse carne en el socialismo catalán.
Sin su base natural, Chacón ha pasado a ser una anécdota. Lo relevante es la fractura en el socialismo español ante una cuestión tan básica como los principios constitucionales. Que el PSC tenga grupo propio no es novedad. Sin ir más lejos ya lo tuvieron en la primera legislatura democrática, y con veintitrés diputados, bastante más que los catorce actuales. También los vascos. Pero la cordura, la conveniencia de que en un sistema parlamentario la izquierda pueda hablar con voz potente y clara impuso la integración como la misma naturalidad con que la ley de la gravedad opera desde que el mundo es mundo.