Resulta agobiante oír tantas simplezas sobre el problema, el paro. Sobre los otros, también, pero son menos importantes aunque nadie lo pensaría por la atención que los medios prestan a uno y otros. En fin, el escuchar a los llamados líderes sindicales hablar del paro como producto de la reforma laboral cansa, pero si de tan ilustres opinantes la cosa pasa a analistas más o menos sesudos ya es para echarse a llorar.
La demagogia, que de eso se trata, suele salir cara. Aristóteles lo tenía claro al definirla como una forma corrupta o degenerada de democracia. Curiosamente, o no, la RAE la define como “Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
Aquí no va de mantener, ni siquiera de conseguir pues utilizando semejantes argumentos los conquistadores se encontrarían con un pastel imposible de digerir. Aquí parece que va de hacerse oír a costa de lo que sea. Y gota a gota la cosa acaba calando, o volviendo loco al paciente, caso de “la gota china”.
No parece que la mayor flexibilidad laboral haya inquietado realmente a sus afectados más directos, los trabajadores por cuenta ajena. Más bien los hechos hacen pensar que ha calado la idea de que más valen ciertas restricciones y ajustes parciales que el paro total que significaría el cierre de una empresa. Porque comprueban que por esa vía llegan nuevas inversiones, que además de mantener los existentes, crean nuevos puestos de trabajo. Caso de Ford en Valencia. Y cómo cuando no se atienden razones del inversor, caso de Nissan en Barcelona, los planes de crecimiento pueden irse al traste.
La demagogia con las cifras del paro no parará durante estos meses aunque la reforma laboral poco tenga que ver con el ajuste en el sector público, ya iniciado en el último trimestre pero cuyas consecuencias aún están por sentirse con mayor fuerza.
Bien está pensar en cómo paliar la situación, pero proponer como soluciones sacarse de la manga 20.000 millones de euros o poner objetivos de crédito para pymes y emprendedores a los bancos con ayudas públicas –o sea los que tienen que salir del hoyo- pues no parece serio. Es lo que dice el papel que los de Rubalcaba han enviado al Gobierno proponiendo un pacto entre todos, cosa que está bien… bien difícil de llegar cuando el que lo propone sigue por poner sobre la mesa mandar a paseo a la UE retrasando el objetivo del 3% de déficit a 2016 y, por si acaso, que no cuenten como déficit los 20.000 millones citados y otras ayudas. Hombre no. Un poco de seriedad.
Bien está que no hayan hecho circular las recomendaciones que firmó para Portugal su inefable gorrón Mulas en compañía de cinco asesores más del FMI: deshacerse de 120.000 funcionarios y reducir el salario de los restantes entre el 3% y el 7%. Como nota valga apuntar que Portugal tiene un total de 680.000 empleados públicos, una cuarta parte que nosotros. Como su ratio de funcionario por habitante no difiere excesivamente del nuestro, echen cuentas de lo que el asesor económico de la Moncloa en tiempos de Zapatero y marido de Irene Zoe podría recomendar al gobierno español de no haber sido descubierto Amy Martin.