Ganó Obama y algún comentarista ha celebrado su reelección porque así los Estados Unidos seguirán teniendo un presidente que sabe por dónde cae España. Rubalcaba se felicita como socialista, o sea apuntándose el triunfo de uno de los nuestros. Y también el ministro García Margallo se ha asociado al vencedor: “era el nuestro”. Pero ha vuelto a probarse aquello de que la derrota no tiene padres. Nadie se ha dolido por el perdedor; pareciera que el aspirante mormón no tenía correspondientes en nuestro país, aunque seguramente también sepa dónde está situado en el mapa y la historia.
Romney no acaba de salir precisamente de una escuela vasca, gallega o catalana, dónde lo de España no suele quedarles tan claro a los alumnos como las leyendas tribales que enraízan sus pequeñas historias y geografías.
Y pese al lamentable estado de la educación nacional que denuncian los informes internacionales, públicos y privados, una de las organizaciones de padres de alumnos, la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos vuelve a ponerse en pie contra las reformas en el sistema escolar. Los de esta asociación autodefinida como “no confesional e independiente” arguyen que la reforma anunciada sólo quiere “convertir la educación, mediante las reválidas, en una carrera de obstáculos que vaya desahuciando alumnado al que se tratará sólo como futura mano de obra”.
Pero sobre tamaña estupidez, que revela el atavismo que ha encarnado en tantos nacionales por la ley del mínimo esfuerzo, los de la CEAPA acumulan el eslogan que cursa en toda contestación a cualquier tipo de reforma –“pretenden desmantelar la educación pública en beneficio de la privada”- y, lo más extraordinario, critican al ministro Wert por querer volver “a la escuela del pasado desmontando los grandes avances experimentados por el sistema educativo español”.
Los grandes avances experimentados en las escuelas españolas se reflejan año tras año en los penosos puestos que los escolares españoles ocupan en informes como el PISA. Y en una realidad más dura aún: el paro. Entre otros factores, la tasa de empleo es función del nivel educativo de un país. Y otra: la mediocridad. Como subrayaba el informe PISA de hace tres años, el nivel educativo español se ve lastrado por el tratamiento de los repetidores. Frente a niveles del 13% de alumnos excelentes que registran países como Finlandia, Canadá y Corea del Sur, en España apenas llegan al 3%.
¿Se sienten a gusto los de la CEAPA con esos grandes avances experimentados por el sistema educativo español a lomos de las tres leyes sobre la materia paridas en 1985, 1990 y 2006 por gobiernos de González y Rodríguez Zapatero? Menos mal que asociaciones de padres hay muchas más; y de madres también.