Resulta difícil encontrar alguien con mayor capacidad de decir estupideces que el señor Mas. Y sobre decirlas, hacerlas. Es como el malo malísimo de aquellos western serie B que traspasaba las puertas batientes de la cantina con mirada torva, manos sobre las cartucheras y amenazadores andares. Todo ello se trocaba en ridículo cuando los jugadores de póker seguían a lo suyo en las mesas dispersas por el local y los acodados a la barra pedían otro chupito de bourbon. Esa es la única respuesta que cuadra a Mas, ese señor que no deja día en paz a quienes pretenden estar a lo suyo; viviendo cada cual a su aire.
Las bravuconadas de pandillero no merecen tanta atención como algunos parecen dispensarle. La sinrazón no es razonable, no atiende a razones. ¿Entrar a explicar la realidad a quien se ufana de no ser de este mundo porque aspira a vivir el día en que amanezca otro mejor?
Buena prueba es el comentario del personaje sobre el manifiesto que acompaña la campaña de los socialistas, el llamado manifiesto federal, y también de los intelectuales. Ha dicho que es como una pequeña rendija porque expresa que “si hay una voluntad suficientemente mayoritaria en Cataluña que quiere ir hacia un Estado propio, no solo hay que tomar nota de esto, sino también adoptar algunas soluciones respetuosas, y yo me quedo con esto último, porque el resto debe ser para justificar la necesidad de hacer el manifiesto». Comentario que podría recordar a sus firmantes aquello de ir por uvas y salir trasquilado.
Algo debieron de olerse quienes trasladaron su firma a otro escrito, el autotitulado “Con Cataluña, con España”, manifestación plural y ajeno a políticas cortoplacistas, algo tan sorprendente en este tiempo político que resultará de imposible comprensión a Mas y compañía. Qué van a decir a quienes sintiéndose herederos de las tradiciones liberal y socialdemócrata manifiestan su lealtad a la Constitución cuya vigencia en los últimos 34 años constituye la garantía de la convivencia democrática más dilatada que ha vivido España; a quienes reivindican el pasado, el presente y el futuro de un pueblo que quiere vivir unido en defensa de la libertad, la igualdad, el pluralismo y el progreso. Estos son los términos para los que un matón nunca tendrá respuesta cabal, por mucho vino, cava o vodka que pueda beber.
No hay que darle demasiadas vueltas al torbellino de insensateces en el que se ha metido el personaje. Y aún menos bailarle el agua con nuevas fórmulas del mismo café para todos, como la ocurrencia del Estado federal.