Ese consumado especialista en perder elecciones y los euros de los contribuyentes en cuanto tiene ocasión –la alcaldía de Parla- y que no paga el alquiler de la sede de su partido, el socialista madrileño, en la Plaza del Callao de la rumbosa Gran Vía, en fin, Tomás Gómez, se liberó ayer de tanta presión como deben soportar sus meninges diciendo en la asamblea de la comunidad madrileña que los abuelos de los populares robaron la infancia a millones de españoles. Hay que joderse con Gómez.
Pobre, a estas alturas… Así está el socialismo; el madrileño, pensando en los abuelos de los populares mientras la vicesecretaria general del partido justificaba las huelgas que perpetran los sindicatos subvencionados por el Estado. Ejemplo de responsabilidad el de la sra. Valenciano. Lo otro, lo de Gómez no pasa de ser una chusca salida de pata de banco, seguramente ensayada frente al espejo para mejor cautivar la atención de los presentes. Porque decir de una tacada, dedo en ristre apuntando al presidente del gobierno regional, que «Sus abuelos robaron a millones de españoles la infancia y ahora, ustedes, que son sus nietos, les quieren robar la jubilación» tiene usía.
Hay que ver en qué cosas entretiene a nuestro parlamentarismo, en qué estamos invirtiendo los cuatrocientos millones de euros que cuestan los 1.228 parlamentarios autonómicos, sin contar los casi doscientos del Congreso y Senado nacionales.
Bonita forma de hacer país. Huelgas es lo que necesitan los trabajadores españoles para llegar antes… al paro; y los estudiantes, para seguir indocumentados y así ser mejor acogidos en las factorías y chiringuitos outlet de la China del señor Ping.
Y en cuanto al guerracivilismo… Sin que sirva de precedente: a mí la infancia no me la robó nadie, lo que me robaron fue un abuelo. En Madrid, otoño de 1936.