Sólo le faltó explicar que las reformas requieren tiempo para dar fruto; por lo demás, el presidente se explicó como nunca lo había hecho. Fue convincente, estuvo firme y se mostró seguro de estar haciendo lo que hay que hacer. Y sobre lo que hay que hacer no creo que se pueda expresar con mayor capacidad de convicción de como lo hizo… aunque no fuera más que por las veces que reiteró el mensaje: ajuste del déficit y reformas para crear empleo y bienestar.
Rajoy fue prudente en extremo sobre el estado del país que recibió; tanto como también lo fue en sus respuestas sobre la gran cuestión: ¿pedirá el rescate? Envió el recado pertinente a los rectores de la Generalitat advirtiendo que no es tiempo de poner sobre la mesa patatas calientes sino de ir unidos para resolver su medio millón largo de parados que tienen, su déficit, su nivel de deuda y demás realidades que esconden tras las proclamas nacionalistas. Estuvo contundente sobre la cuestión de Bolinaga y se mostró con la fuerza necesaria como para rechazar por carente de sentido el someterse a una cuestión de confianza parlamentaria.
La reentré septembrina, o la salida de cuentas al cabo de nueve meses en el poder, han alumbrado una realidad hasta ahora oculta o insuficientemente explicitada: en qué está el Gobierno. Y no es poca cosa. La entrevista de Rajoy en TVE marca unas coordenadas precisas para la dialéctica política. El diálogo de sordomudos ya no tiene sentido; el público conoce ahora las posiciones del Ejecutivo, y que una de ellas –la piedra angular, el control del déficit- es irreductible. Las oposiciones tendrán que interpretar sus papeles en este contexto concreto, ajeno ya a la especulación.
Por si faltara algo, los anuncios ayer hechos por Hollande poco ayudan a los socialistas de aquí. Desde su propia factoría les han aclarado que al llegar al poder se hace lo que hay que hacer más allá, o más acá, de promesas electorales. Y por si faltara algún dato más, el comisario Almunia declaraba ayer desde Bruselas que, como ayer comentábamos en esta bitácora, la petición de rescate no tendría por qué comportar más condiciones de las que ya gravan la política española.
Tal vez, además de explicar mejor que reformas como la laboral requieren tiempo para mostrar sus efectos, Rajoy pudo haber dedicado medio minuto más a desdramatizar lo del rescate. Aunque no habría que descartar que esté pensando en que ese papel podría acabar jugándolo Rubalcaba; la mente de un gallego da para eso y mucho más.