Que vivimos tiempos de tribulación es bien sabido, pero que las sinrazones y otras estupideces lleguen a los niveles que muestran algunos congéneres supera toda capacidad de asombro. Lo de los gerifaltes andaluces que se niegan a rendir cuentas ante la comisión de investigación sobre los EREs y demás mamandurrias -1.200 millones de euros- es de aurora boreal.
El señor que perdió las elecciones pero gobierna tras bizcochar a los comunistas con la vicepresidencia y tres consejerías debe de creerse otro Dívar para ampararse en el mutis como forma de esclarecimiento. Le cubre su partido socialista y obrero, el mismo que en Madrid clama por llevar al citado Dívar a confesar los pecados de que le acusa la larga mano del ex juez Garzón. No importa que Griñán y Chaves vivan en, y del, mundo político y no en el poder judicial. ¡Ay aquel Montesquieu que no termina de morir, como otro socialista adelantó hace casi treinta años! Minucias formales, aquí, todos iguales, como ante el IBI.
Está por ver qué dicen los comunistas de verde que se aprestaron a socorrer al perdedor, retribuidos, además de los sueldos en el gobierno de la Junta, con una comisión de investigación para que la mierda no les salpicara a la luz del día. ¿Y ahora?
Claro que hablando de democracia tampoco es como para pasar por alto la feliz idea que los de Rubalcaba han alumbrado: hacer como diputados a todo el personal, los del 15-M, indignados, etarras, colectivos de gais y lesbis; todos a hablar en el Congreso. Como si cuarenta neohippies les hubieran convencido de que, efectivamente, no representan a nadie. Convertir el parlamento en el estudio televisivo de “Tengo una pregunta para usted” es lo que le faltaba a nuestro sistema representativo. Y, sin duda, la gran reforma que el país necesita para hacerse amigos y salir adelante.
Como también recurrir ante el TC todas las reformas, las de verdad, es lo que le falta a la UE para mandarnos a hacer puñetas. Peculiares maneras, las de psocialistas y nacionalistos catalanes, de colaborar en eso de salir del túnel. Y para más inri lo hacen reclamando consenso.
Menos mal que a lo lejos, en Chile, España ha hablado claro sobre la situación, la nuestra que es la de Europa. Lo hizo directamente el Rey. Quizá sea uno de sus mejores parlamentos. Centró nuestro caso: “El problema de Europa no es un problema económico; es un problema político; en consecuencia la solución tiene que ser también política. Lo que se necesita es más Europa, no menos Europa”.
Advirtió que las cuentas de la zona euro están más equilibradas que las de otras zonas pero reconoció que, sin embargo, los inversores no se fían por una razón “sencilla de entender –dijo-: dudan de nuestra voluntad de seguir juntos, de defender nuestra moneda común, de ser fieles al testamento de los padres fundadores de Europa”.
“Europa requiere austeridad y disciplina. Pero la austeridad por sí sola no salvará a Europa”, siguió. “Se necesita además solidaridad para hacer soportables las cargas financieras que hoy abruman a algunos de nuestros países… y también crecimiento, para dar trabajo a nuestros conciudadanos y mantener el modelo social que hemos construido a lo largo de los últimos años”.
“Es posible que estemos en el momento más difícil de la crisis, en el momento más doloroso del tratamiento al que hemos tenido que someternos”, concluyó, “pero es un tratamiento absolutamente necesario para recuperar la salud perdida y retomar la senda del crecimiento”.
La Corona terció, y mereció la pena.