El Foro de la Sociedad Civil presentará próximamente su Informe Anual centrado en la crisis. De entre los diversos trabajos que lo componen, el debido al profesor Manuel Lagares contiene unas conclusiones remarcables.
La primera es fundamental para comenzar a entender algo de lo que nos pasa: la crisis española es… española. Es decir, que más allá de la financiera internacional que estalló con las sub prime americanas en 2007 y la posteriora caída de Lehman Br. al año siguiente, lo nuestro se ancla en el ladrillo y suelo, y se agrava por el cierre de los mercados de crédito internacionales, volcados en resolver los problemas de nuestros vecinos y agarrotados por la desconfianza.
La segunda, evidente a través del comportamiento de las curvas de inversión pública y crecimiento durante los tres años de la segunda legislatura socialista, es el fracaso de la política compensatoria. El aumento de gasto público y las reducciones de impuestos no impidieron la caída de la producción más extensa y profunda desde del último medio siglo.
La tercera conclusión que el profesor Lagares extrae de su estudio sobre la crisis y la Hacienda Pública es que una recaudación fiscal sostenible requiere que el PIB crezca. Por pasiva: subir los impuestos puede producir el efecto indeseado de minorar los ingresos del Estado, sean indirectos como el IVA, que retrae el consumo, o los directos, IRPF, que acaban castigando la inversión privada.
Y la cuarta, que cuando todo ello sucede –caída de la producción y disminución de ingresos públicos acompañada de aumento de los gastos- se produce el efecto perverso de que la financiación del sector público impide, seca, la del sector privado. El perfecto círculo vicioso en que estamos.
Frente a ello, una salida: el recorte de gastos públicos que no afecten a la producción: racionalizar las administraciones, acabar con duplicidades, etc. Y, en paralelo, poner a punto los sistemas que influyen en el crecimiento: reformas estructurales, como la laboral, que se traducen en más eficiencia y competitividad.
Se parece mucho a lo que, sin explicarlo debidamente, parece que el Gobierno pretende. De ser así, resultaría más fácil que la troika europea, Merkel y el sursum corda abrieran a nuestro sistema financiero la posibilidad de sanearse de una vez por todas- como otros hicieron hace tres años- para que las empresas pudieran acceder a los disponibles que hoy les resultan prohibitivos.