No hay razón que cubra el desaguisado que ha causado el señor Dívar; la autoritas del Tribunal Supremo que preside, y del gobierno del tercer poder del Estado, ha caído víctima de su empecinamiento en defender lo indefendible y de la longa manus del ciudadano Garzón. El abogado del ex juez estrellado dio pié al disparate cuando judicializó sus denuncias de despilfarro, pero inocente de delito o de pecado, los viajes son impresentables. Ética y estéticamente. Siempre los responsables públicos deben ejemplaridad a los ciudadanos; en circunstancias como las que vivimos esadeuda se convierte en ineludible exigencia.
El señor Dívar es el último ejemplo de consenso en materia de nombramientos durante la etapa socialista. Fue designado presidente del CGPJ y del TS en el otoño del 2008, a propuesta del PSOE; los populares presentaban al señor de Rosa para la vicepresidencia. El anterior fue el de RTVE, Alberto Oliart. No llegó a cumplir el período para el que fue nombrado; éste tampoco llegará a hacerlo.
Mandatos tan cortos pese a los consensos con que parten deberían hacer pensar sobre el modo en que se realizan estas propuestas. Lo de ir depurando propuestas suele acabar en el triunfo del mal menor. Al parecer funciona en algún premio literario, como el Goncourt, pero la experiencia, aunque no demasiado larga, sugiere que no da los mejores resultados en cuanto a la selección de los responsables de las altas instituciones estatales.
Tal vez resultara conveniente atender antes a la idoneidad probada que a la afinidad partidista. Si cada cual propusiera el mejor candidato posible podría suceder que la coincidencia en la misma persona evitara mayores pérdidas de tiempo. Y en casos como el del Poder Judicial, siempre quedaría la vicepresidencia para mejor equilibrar el fiel de la balanza.
Gobierno y oposición tienen por delante múltiples ocasiones para ensayarlo. Una de las peores herencias del pasado, y no tanto del inmediato, fue la politización de las instituciones de control, empezando por el Poder Judicial, siguiendo por el Banco de España y terminando por las Comisiones y demás organismos reguladores. ¿Tan mal concepto de la independencia tiene la llamada clase política?
Entre tanto el señor Dívar debería aprovechar la reunión del plenario del órgano de gobierno del tercer poder para hacer un discreto mutis por el foro. La justicia se lo agradecería.