Así han calificado batasunos, bildularis, etc. el ejercicio conjunto de los servicios de seguridad español y francés que ha procurado la detención de dos mandos de la mafia etarra. Uno de ellos es considerado el jefe del llamado aparato militar, es decir, de los verdugos; el otro, su ayudante y al parecer ocupado de captaciones de nuevos terroristas. Portaban una pistola y un revólver, como cualquier persona normal acostumbra cuando viaja por el sur del vecino país, ¿o no? Para qué demonios necesitarán armas si están de tregua y esperando ser llamados a conversaciones corresponde a ellos explicar.
El lugar en que quedan los pacificadores, intermediarios y demás patulea que se gana la vida agitando esa sentina no es para ser descrito. Lejos de enmudecer de vergüenza achacarán a los gobiernos español y francés que la banda continúe armada. Y lo demás ya es conocido, los verdugos disfrazados de víctimas, libertad para Otegui, etc.
Eso sí; a los que tuvieron que irse para poder seguir trabajando y viviendo en paz que les den chistorra, pero no el voto. Las nueces caídas del árbol que sacudieron los etarras, caídas están, que dirá el padre de aquella fatal imagen, Arzallus, el expresidente del PNV durante 24 años que alertaba de que con los votos desde fuera no vengan a hacerse dueños de la casa y perdamos nuestro ser. Solidaridad democrática.
En fin, siendo bienvenida la noticia de las dos detenciones, el país ya no pierde demasiados minutos en el tema. Tiene cuestiones más apremiantes, como salvarse de la debacle que provocaría un mal tratamiento de Bankia. Mientras, a los socialistas no se les ocurre otra cosa para paliar el déficit que cobrar a la Iglesia el impuesto de bienes inmuebles. Luminosa idea. Revisar el acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre asuntos económicos ratificado por el Congreso a finales de 1979 ¿será el principio de la reactivación? Cosas del pas d’enemies à gauche que vienen practicando los de Rubalcaba.