Se va elegantemente aunque mal. Informó al Presidente del Gobierno de que su relevo tendría que adelantarse un mes; del 12 de julio al 11 de junio. Se va; deja expedito el camino a su sucesor para que comience aplicando las nuevas reglas.
En su acceso a la dirección del Banco de España el gobierno Zapatero rompió una breve tradición. No lo pusieron tras el consenso o nihil obstat acostumbrado, lo impusieron. Su marcado perfil político se sobrepuso al del profesional que es, Técnico Comercial y Economista del Estado.
Desde el primer gobierno socialista hasta el último, Fernández Ordóñez, Miguel Ángel, tuvo cargos de responsabilidad en la administración, desde dos secretarías de Estado a consejos en empresas públicas o la presidencia de comisiones como la del sistema eléctrico. Fue uno de los veinticuatro directores ejecutivos del FMI durante el segundo gobierno de González. Y también columnista de “El País” y director de un programa económico nocturno en la SER.
Conocido en los medios políticos por sus iniciales, MAFO, los albores de la transición le pescaron militando no en el PSOE sino en Convergencia Socialista, partido en el que coincidía con Joaquín Leguina, Emilio Lamo de Espinosa o Enrique Barón, su presidente. Pronto, en mayo del 77, fueron opados por el PSOE de Guerra y González. Simultáneamente, su hermano mayor, Francisco, se integró en la UCD de Suárez, con quien fue ministro de Hacienda y luego de Justicia, también con Calvo Sotelo. En sus mandatos se promulgaron las leyes del impuesto sobre la renta y la del divorcio. Terminó también absorbido por el PSOE, partido con el que acabó siendo ministro de Asuntos Exteriores. Dentro de sus filiaciones políticas ambos representaban el ala liberal de la socialdemocracia.
Durante su dirección la crisis financiera ha erosionado notablemente la buena imagen que el BE tenía como inspector de las entidades financieras del país. Aunque sus previsiones y advertencias sobre el panorama por venir no estuvieran desenfocadas, y algunas le costaron graves reproches de los sindicatos, la vigilancia sobre el estado de salud de las instituciones parece haber dejado mucho que desear.
Suponiendo que tuviera la información precisa, no aplicó los remedios. El BE era el responsable de acallar el tópico de que este país seguía teniendo el mejor sistema financiero del mundo; no lo hizo. Mientras los gobiernos del vecindario, incluido Estados Unidos, salvaba con rescates o capitalizaciones a sus instituciones financieras, aquí no quisieron; como tampoco aceptaron la existencia de la crisis hasta que comenzó a comernos por los pies.
¿Se enfrentó el gobernador a su gobierno y perdió la batalla o se limitó a consentir los faroles por el bien de no se sabe qué ni quién? De hecho, del estado de necesidad en que hoy se encuentran la mayoría del sector financiero, cajas y bancos, prácticamente sólo se libran los que tienen diversificados sus negocios en el exterior. Algo es algo, pero en ello poco ha tenido que ver el señor que se va.