Más esfuerzos de los que el país está haciendo para quitarse grasa, difícil por no decir que imposible. Ninguno otro en Europa se lo ha tomado más en serio y sin embargo nos las están dando todas en los dos carrillos: capacidad de financiación –el coste de la deuda soberana- y rentabilidad de la inversión –los valores del IBEX 35- están bajo mínimos. Es obvio que el aquelarre no puede durar mucho más, y siempre nos quedará Grecia para confiar en que al final no pasa nada.
Pero hablando más en serio, lo que nos está ocurriendo anula todas las estrategias, previsiones e incluso prejuicios. Quizá haya que comenzar a tomar en cuenta que ha llegado la hora de las tácticas, del juego a corto. “¿Estrategia? Cada día tenemos una”, me confiaba hace años un personaje exitoso. Y en contra de la máxima ignaciana sobre las mudanzas en tiempos de tribulación, amén de la reforma de las administraciones públicas, destapar las desnudeces del sistema financiero y demás, tal vez convenga limar algunos principios para desempeñar con solvencia el papel de la veleta, ese modelo de constancia y predecibilidad que siempre apunta al viento.
Esto ya no va de echarse en nuestras propias caras la herencia que dejaron los perdedores ni la versatilidad de los ganadores. Frente a lo ocurrido en la vecina Italia, aquí se han cambiado los cuadros de mando dentro de la normalidad constitucional, y con la sabiduría que prueba el haber otorgado plenos poderes al relevo sin que un extraño e incapaz gobierno impusiera a un Prodi de turno.
Aquí se apretó el yugo fiscal a los que más tienen y los presupuestos han podado cuestiones tan sensibles como la investigación o la sanidad; se han ajustado disfunciones graves en las relaciones laborales y está en trance de revisión el ineficiente modelo de las administraciones públicas. Y con todos estos deberes hechos ¿alguien piensa hoy que saldremos de ésta por nuestro propio pié?
Hace poco menos de cuatro años un mandamás se sinceraba en una mesa de reducidas dimensiones: “Esto no tiene remedio”. Sus interlocutores quedaron pasmados, no tanto por el tenebroso vaticinio cuanto por el decaimiento que traslucía uno de los responsables de encauzar aquel torrente que hoy nos ahoga.
Hace menos de cuatro años los países que nos rodean hicieron los deberes en un marco de solidaridad ante el gran crack del mundo desarrollado. Hemos llegado los últimos, cuando los otros están aún pagando aquellos costes, y además la amenaza ya no parece global. El refrán nórdico podría ser “que el sur pague ahora los gastos”, y ahí estamos los ribereños del viejo Mare Nostrum ayunos de trabajo y en recesión.
Es triste pensar que no vayamos a poder pagar los nuestros, peor aún, soñar que esto sea cuestión de gónadas; que puestos a ello no hay quien nos pare. Llevan parándonos un trimestre y aquí no se ha presentado ningún caballero blanco; ni lo hará.
Podemos hacernos los griegos, ser intervenidos, que desde Bruselas nos disciplinen en plan medieval y al cabo de un par de años montarla parda y marcharnos. ¿Por qué no hacerlo ya? Al Wall Street Journal de hoy mismo no le parace ninguna bobada. Nos ahorraríamos el tiempo perdido a la espera de Godot. Recuerden el final de la obra de Beckett: “- Qué ¿nos vamos? / – Sí, vámonos”. Bueno, la verdad es que no se movieron.
No es que nos estén dando en los dos carrillos, nos están dando por el mismísimo… Yo me iba a Bruselas a poner condiciones con las cartas boca arriba, que siginifica se acabo la Merkel, entre otras cosas porque en cuestión de meses pierde las elecciones de tantas lecciones que ha dado a Europa, aunque su país haya sido el gran beneficiario, pero no lo han entendido asi ni en la Baja Sajonía, territorio de la UDC de toda la vida. ¡¡¡ Ya está bien de especular con España, su deuda, los títulos de sus bancos y entidades financieras!!!
Eso si que se acabo, porque no ha empezado. Hasta ahora la deuda la han financiado las entidades financieras españolas, bien es verdada que con dinero prestado por el BCE al 1 % y tomanla deudaal 6%, y con ese 500% van tirando. ¡Viva España y sus banqueros, coño!