No soy un entusiasta del reclamado pacto de Estado. En mi opinión lo que exigen las circunstancias es que la mayoría gobierne. Inteligentemente, buscando los apoyos sociales precisos porque el día a día puede acabar borrando los rasgos de la foto fija con el resultado de las urnas abiertas hace siete meses. Y si esa es la obligación de la mayoría, la de la oposición es colaborar críticamente a la salida del hoyo, no a descomponer los peldaños de la escalera. La democracia requiere determinados niveles; a sus agentes, de responsabilidad, y a los votantes, de formación.
Dicho esto, es impresentable cerrar las tres horas de reunión entre el presidente y el líder del primer partido de la oposición con sendas notas de prensa o filtraciones. Por mucho partido de fútbol que eclipsara tal comparecencia conjunta, el hecho de que los representantes del 70% de esta sociedad hayan convenido caminar juntos es importante. Para los ciudadanos y para el exterior.
No parece que hayan consensuado demasiadas cuestiones trascendentes pero después de meses haciéndose los griegos, hablar, el simple hecho de hablar durante tres horas, es un síntoma positivo que conviene lucir.
¿Por qué no se hace?
Se supone que también habrán hablado del tema del día, Bankia, y llegado al acuerdo de dejarse de comisiones de investigación. Lo importante es qué piensan sobre el rescate de Bankia. Enterrar ahora en ese despropósito 23.000 millones de euros, que es más de lo que vale todo un BBVA, que es más de lo que el Estado ingresa anualmente por el impuesto sobre sociedades o de los impuestos especiales, es como para pensárselo muy seriamente.
El volumen de Bankia es de tal magnitud que decir “que lo dejen caer” tampoco es serio. No se sabe cuántos recursos de clientes haya podido perder últimamente, pero la cifra de hace dos meses era de 204.228 millones, después de que más de siete mil buscaron otros acomodos desde el comienzo del año. De ellos, más de ciento diez mil son puros depósitos. El Fondo de Garantía quedaría seco, el resto de la banca tendría que apoquinar lo suyo para volver a… en fin, la de dios, en términos coloquiales.
Pero no resultaría descabellado pensar, más que venderlo por negocios y oficinas, en una liquidación ordenada; subastando los créditos después de limpiar su cartera, que al final de primer trimestre era de 116.769 millones, un 60% con garantía hipotecaria, y hacer lo mismo con los depósitos que no salgan corriendo hacia los grandes bancos por su cuenta, que serán cuantiosos. Me temo que cualquier otra cosa no pase de ser eso que en rugby llaman una patada a seguir.
Hace cuatro años, los rescates bancarios de Estados Unidos supusieron más de seiscientos mil millones de euros, y en el Reino Unido, gobierno socialista de Brown, unos quinientos mil. De estos, cincuenta mil fueron aplicados a comprar acciones de tres grandes bancos, el RBS, que se llevó más de la mitad, el HBOS y el Lloyds. Otros se vendieron troceados. Aquí estamos a la espera de qué salida tomar.