Conmemorar en Washington, a la sombra del Memorial de Jefferson, el juramento de la Constitución española del 12 abre muchas puertas a la reflexión sobre nuestra realidad y sobre aquella otra, sobre lo que pudo haber sido y hoy es.
Pocas son las ocasiones en que el talento de los hombres se vierte en conceptos, términos con la capacidad de traspasar fronteras. Como liberal, advocación política que adoptó la mayoría de los representantes reunidos en Cádiz. Tuvieron la fuerza creadora para forjar en una sola palabra todo un mundo de ideas que ha polarizado buena parte del desarrollo de occidente. Pero el liberalismo se agostó aquí en dos veranos y desde entonces en muy escasas ocasiones ha reverdecido. Fue precisa una brutal guerra civil para que sus consecuencias abonaran el restablecimiento de aquel mundo de libertades que hasta ahora no pudo ser.
Tras nuestra peculiar revolución burguesa sus protagonistas no pudieron o supieron continuarla. Quitarse de encima la ocupación napoleónica no fue suficiente para unir a toda la Nación en defensa de su soberanía, que es lo que La Pepa había puesto en sus manos y no supo defender frente al rey felón apoyado sobe los rescoldos del antiguo régimen que se resistía a morir. No fue ese el caso de los americanos del norte y su guerra de independencia.
Y es que lo de Cádiz no fue una declaración de independencia como la que el 4 de julio de 1776 aprobaron los cincuenta y seis representantes de las ex colonias británicas de América del Norte. Los españoles hicieron la guerra al ocupante; los norteamericanos comenzaron por una declaración de principios: libertad e igualdad. Nuestro pueblo elevó a la categoría de héroes a los generales Palafox y Castaños, al cura Merino y Agustina de Aragón. El americano, a Thomas Jefferson, el ilustrado que escribió: “He jurado ante el altar de Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre”.
Una cuarta parte del actual territorio norteamericano era español cuando siendo ya presidente Jefferson mandó a Lewis y Clark a explorar el desconocido oeste.
No eran tan ajenos nuestros mundos. De hecho el rey Carlos III colaboró, primero económica y militarmente después, en el nacimiento de la gran nación que hoy lidera nuestro mundo. Pero si para llegar hasta hoy ellos sólo sufrieron una guerra civil, 1861/65, los españoles pasaron por tres, 1833/40, 1872/76, y 1936/39, sin contar las de las emancipaciones iberoamericanas. Triste historia cainita la nuestra. Las cosas fueron como han sido, pero la tentación de imaginar una realidad alternativa quizá esté para caer en ella.
Es lo que ha hecho Stephen King en su nuevo best seller “11/22/63”. Soñar es gratis, y si a través de una máquina del tiempo Epping/Amberson pudo evitar el asesinato de Kennedy, por qué aquí un García no iba a poder impedir la vuelta de Fernando VII, la revolución de octubre, la guerra del 36, el reduccionismo nacionalista, el terrorismo y demás desgracias nacionales…
A mi me da mucha envidia la historia de los EEUU, sus fundadores, sus ideas, la búsqueda de la felicidad…
Nuestra cultura, en numerosas ocasiones, nos ha impedido mirar más allá del corto plazo. Se tratará de algo evolutivo digo yo 😉