A la izquierda le están quedando muy pocas referencias. Tanto tiempo tratando de cambiar el modelo de sociedad que acaban por perder de vista a la propia sociedad y no caen en cuenta de que las viejas reivindicaciones quedan sin sentido ante las nuevas realidades.
La situación llega a lo paradójico cuando aquellos que a lo largo del tiempo contribuyeron en buena medida al cambio, antes que reconocidos, son denigrados. Extraña pulsión antisistema la que convierte a la izquierda en antagonista de cualquier forma de progreso. De motores del cambio, que también lo fueron aunque no en exclusiva, han mutado a un conservadurismo casposo. El triunfo definitivo de lo contracultural.
Es lamentable el espectáculo que están dando todas las autoproclamadas izquierdas bajo la bandera de los derechos conquistados en estos últimos treinta años, como dicen. Poco importa que en el caso de los laborales, por ejemplo, tales conquistas arranquen del nacionalsocialismo que Girón encarnaba en el régimen anterior, por no remontarnos a Largo o incluso hasta Dato. ¿Será posible que el adanismo haya llegado al extremo de haber borrado efectivamente la historia?
¿Qué ideología impregna los tales derechos impulsados por conservadores, liberales, socialistas, falangistas y tecnócratas a lo largo de un siglo y pico?
Claro que en los últimos treinta años han pasado cosas, pero no siempre las mejores. Porque si durante ellos hubiéramos cambiado el modelo laboral para, simplemente, homologarlo con el de nuestros vecinos mayores, estaríamos ahora hablando de cuestiones de mejor provecho, y seguramente con algún millón menos de parados y menos escaqueados en la economía sumergida.
Alguien tendría que decir alto y claro –último latiguillo del gusto socialista- que la prevalencia social de que hoy disfrutan los dos grandes sindicatos es uno de los costes del arranque de la Transición. En los derechos cristalizados durante aquel régimen que ofreció seguridad a cambio de libertad, estuvo buena parte del precio que hubo que pagar durante el proceso constituyente para recuperar la libertad. Ahí radican muchas de nuestras peculiaridades; la seguridad sigue cotizando más que la libertad.
¿Por qué no explica todo esto Rubalcaba que también lo vivió, aunque fuera a distancia? El líder está para eso, explicar y dirigir; cubrirse con la pancarta está al alcance de cualquiera.