Cerca de un 40% de andaluces ha seguido votando al PSOE. Poco les ha importado que hayan saltado por los aires las tapaderas de las sentinas de la corrupción en que se ha desarrollado el desgobierno de las últimas Juntas. Si Camps se proclamó indultado por los resultados que los populares alcanzaron hace un año en el Reino de Valencia ¿por qué no reponer ahora al frente de la dirección de Empleo de la Junta a Francisco Javier Guerrero, en prisión como su chofer Trujillo por gastarse en coca y putas la pasta destinada al paro? La pregunta no es baladí, habida cuenta de que en sus dominios, Cazalla de la Sierra por ejemplo, los socialistas se alzaran con un 54% de los votos.
La respuesta de los andaluces ante las urnas ha sido espectacular. Lo de menos es que los populares ganaran los comicios con cincuenta escaños, lo notable es que los socialistas hayan conservado cuarenta y siete. Han perdido un nueve por ciento de votantes, siete a favor de IU y dos al PP; más de seiscientos mil en total, cien mil yéndose a IU y medio millón a la playa; no han ganado ninguna de las ocho capitales de provincia, y tantas otras notas para el pié de página, pero el hecho es que sólo han quedado 1,13 puntos por debajo de los populares.
Lo sucedido tiene, de momento, dos corolarios: los socialistas conservarán la llave de la despensa andaluza, o sea que de abrir las ventanas, nada. Y segunda, veremos hasta dónde llega la capacidad de los comunistas para luchar contra la corrupción, ahora desde dentro, ¿o tomarán asiento a la mesa del festín sin mayores escrúpulos, como en consejo de caja de ahorros?
Lo sucedido a los populares, aquí y en Asturias, induce a pensar sobre la dificultad de sorber y silbar a un tiempo, o de tocar las campanas e ir en procesión, metáfora más al hilo del calendario. Los hechos parecen demostrar que la secretaría general del Partido Popular y la presidencia de la Junta de Castilla La Mancha no parecen compaginables.
Cierto es que cuando el PP cayó en el error que le privó ahora hace un año de gobernar el Principado, su secretaria general aún no era presidenta de la región manchega, pero también lo es que a ella dedicaba sus mejores desvelos desde el 2007, como las urnas demostraron al cabo de cuatro años. Y no menos cierto que Álvarez Cascos no es persona de fácil acomodo. Pero llegar al extremo de partir en dos al partido en Asturias fue un error sin paliativo. Cospedal tuvo que hacer entonces lo que ahora se verá obligada a hacer: llegar a un acuerdo con su antiguo compañero de partido. Por coherencia con los intereses de los electores, los populares y los del foro.
El PP debería replantearse su esquema interno. Estos comicios han puesto de manifiesto errores no forzados, que diría un comentarista de tenis. Como, además de los señalados, el de no vacunar a la parroquia contra la rémora que UPyD significa para sus planes. De los doce puntos que los socialistas perdieron en Cádiz, por ejemplo, 3 malgastaron su tiempo votando a los magenta; y algo muy parecido ocurrió en Málaga y Sevilla. En cuanto a Asturias, los votos para conseguir el único escaño conquistado por los de Díez se habrían traducido en tres más en favor de los populares.
¿Hay alguien entre los populares a cargo de negociar lo que sea menester?