En pocas palabras Rajoy redibujó en Sevilla los perfiles de su partido, el Popular que lleva dos meses escasos al frente del Gobierno de la Nación.
Es un tipo de político poco común; tan poco común al resto de los políticos, como capaz de hablar como lo hace el común de los mortales; directamente, como ayer cuando matizó el liberalismo de su formación con esta frase: Detesto la expresión sálvese quien pueda y su contrapartida de húndase quien no pueda.
Lo tiene mal Rubalcaba, que como hombre de inteligencia académica probada ha comenzado ya a apelar a la movilización callejera. Porque a la derecha no se le perdona casi nada, pero menos que nada el que se pronuncie con humildad y sentido común. Y lo de la independencia, para qué decir. Esos suelen ser los ingredientes del pensamiento político de Rajoy, tal como se pronuncia en discursos como el que ayer dirigió a los congresistas del partido a la hora de reclamar su apoyo.
La derecha, antiguo partido del establecimiento, banca y demás centros de poder, habla ahora de la urgencia de las reformas que tiene que acometer no por lo que presionen unos u otros, ni por lo que reclame la prensa, ni por el qué dirán, sino por las necesidades de la gente y la gravedad de los problemas. Y eso difícilmente se disculpa.
¿No era «la gente» el referente de las izquierdas? Y más aún, la gente tomada en serio y no como instrumento para la demagogia. Los pronunciamientos de Rajoy son contraculturales en ese sentido. Se atreve a reclamar para su partido nada menos que la responsabilidad: Estamos administrando los intereses de la gente. No podemos admitir negligencias, ni tolerar despilfarros, ni inventar problemas donde no existen, ni que cunda la discordia. No estamos para eso… sino para gobernar con solvencia, resolver con decisión, y proteger los intereses de España, sin pamplinas…
Ciertamente, desde que en Valencia se alzó con la presidencia del PP, paso a paso este gallego hasta los tuetanos ha dado la vuelta al partido y con él, ha abierto nuevas vías de expresión y aspiraciones a la derecha. A su paso, pensando las cosas, imperturbable las más de las veces, en poco más de siete años ha cambiado la arena política nacional.
Bien es cierto que en ello colaboraron por pasiva los socialistas acaudillados por Zapatero, pero sin la constancia con que los dirigentes populares mantuvieron la reconstrucción de su programa, la apertura a la sociedad y la ocupación de ámbitos locales de poder, no se habría producido cambio tan radical.