Entre trampas y mentiras Rubalcaba ha cubierto su primer mes al frente del partido de los socialistas. El ex vicepresidente del Gobierno que ha dejado a este país bajo mínimos vitales dedica sus mejores esfuerzos a satisfacer los peores instintos ciudadanos echando la dialéctica política a la calle. Parece importarle un pimiento el sistema, la democracia parlamentaria que él mismo ha gobernado durante quizá más años de los debidos, como si el suyo fuese un partido marginal, ajeno a responsabilidades de gobierno.
No es nueva esa afición a las barricadas; sus habilidades quedaron demostradas ahora va a hacer ocho años, cuando explotó la masacre de los trenes para dar vuelta a las urnas que se abrían veinticuatro horas después. Hace un año trató, esta vez sin éxito, de subirse a la chepa de los indignados que como setas surgieron en Madrid, Barcelona y hasta en Lugo, lo que ya tiene mérito. Y ahora manipula a todo quien pueda moverse contra los recortes. Los llamados recortes que impone la gestión de su gobierno.
Queman coches, cortan autopistas, cierran universidades… y llegará la huelga general; todo lo necesario para hacer ver en todo el mundo que este es un país de mierda, irresponsable ante su propio futuro, al que no merece la pena viajar, comprar ni financiar. Porque esos serán los frutos de la siembra de imágenes por televisión a la que estamos sometidos como si los protestantes fueran más y mejores que la inmensa mayoría del país. Ese es el papel que está desempeñando el caballero.
Excesivo precio para que el partido socialista continúe gobernando Andalucía. Era mucho más económico aquel París bien vale una misa con que Enrique III de Navarra justificó su falsaria conversión para ser Enrique IV de Francia.
Pocos dirigentes de un partido en la oposición han tenido la oportunidad que las circunstancias brindan hoy y aquí a Rubalcaba, Valenciano, Rodríguez y demás para jugar a favor del éxito, para sumarse a lo que no puede tener otro final que el acceso a una normalidad sostenible. Ellos saben que, entre tanto, el desempleo seguirá creciendo con reforma laboral y sin ella, que los ajustes no entienden de atajos, y que antes o después el país volverá a estar en pié. No será como antes, pero será verdadero.