Zapatero, José Luis Rodríguez Zapatero, es ya historia pasada; su próximo sillón en el Consejo de Estado requiere cierto distanciamiento de lo contingente. Su despedida desde la secretaría general del partido ha sido congruente con el nuevo papel que lleva ensayando durante los últimos cuatro meses.
Hizo un discurso apreciable, trufado de buenos sentimientos para casi todo el mundo, incluso para el partido que barrió del mapa a los suyos en los dos comicios del pasado año. De cara a lo que hoy sábado se avecina, quiso demostrar que tan bueno es saber perder como saber ganar, y puso como ejemplo su amistad con José Bono, su rival en las elecciones del 35 Congreso. Pidió para su sucesora el mismo apoyo que él sintió durante los pasados años.
Quiso repasar los compromisos que entonces adquirió, comenzando por el de la limitación de mandatos. A él se acogió para justificar su retirada como candidato a la presidencia del Gobierno y a la secretaría general del partido. La piadosa versión fue agradecida por los asistentes, incluso por el mismo González que un par de meses antes de la renuncia soltó en público el mensaje definitivo: “se es libre para irse, pero no para continuar”.
Y no faltó en su despedida una reflexión sobre el presunto fracaso de la socialdemocracia y su futuro. En síntesis: el problema de la SD no son los valores, es la comprensión de los nuevos tiempos, la conversación… en fin, la comunicación, ese fenómeno de efectos salvíficos que cuando falla las mejores cosechas se agostan. Algunos frutos han quedado a salvo, ahí están las leyes que amplían espacios de libertad y derechos, mostró ufano.
Sólo una cosa faltó en su despedida: pedir perdón. Disculparse ante todo el país por la ruina que deja tras siete años y medio de gobierno. Y pedir disculpas a sus conmilitones por el destrozo también causado en el partido. Del millar de asistentes en el congreso sevillano posiblemente más de la mitad haya perdido sus mamandurrias públicas.
Pese a todo supo tocarles alguna fibra sensible y le aplaudieron como nunca. Uno no lo hizo; curiosamente se ausentó en el último minuto de la silla que ocupaba en primera fila: Felipe González.