¿Qué se dirime el próximo fin de semana en Sevilla? El común no acierta a ver qué es lo que el gran partido de la oposición se juega en su 38 Congreso. Todo parece centrado en la elección de a quién confiar las cenizas que deja el saliente secretario general. Triste papel el de José Luis Rodríguez Zapatero; en sus siete años y medio en el Gobierno de la nación consiguió 5,3 millones de parados, uno de cada cuatro españoles en edad laboral. Y en los once y medio dirigiendo el partido ha logrado perder casi todos los gobiernos posibles, desde municipales, hasta el nacional.
Todo ello será historia dentro de una semana, cuando Chacón o Rubalcaba se hagan cargo de la carga para dar sentido… (Aquellos dos últimos versos del “Amor constante más allá de la muerte” de Quevedo: Serán ceniza, mas tendrá sentido / polvo serán, mas polvo enamorado.), para rehacer el proyecto quebrado a raíz de otro Congreso socialista, el 35, cuando los delegados prefirieron a Zapatero sobre Bono.
La mayoría creyó que el joven leonés podía dar el impulso necesario, ese era precisamente el lema de aquel Congreso. Ahora está por ver a quién encargarán la respuesta socialista, que es el eslogan de éste. Pero ¿cuál es la respuesta?
Ese es el primer problema que los socialistas deberían resolver, para una vez organizado el carro poner los bueyes que mejor puedan empujarlo. El carro no contiene excesivas novedades, básicamente es el programa con que dicen que Rubalcaba se presentó el 20-N. De las 162 páginas de la ponencia marco, cuarenta ocupan los estatutos y el resto se estructura en tres capítulos: el socialismo abierto a los ciudadanos, a la prosperidad y el empleo, y a la sociedad de las oportunidades.
El problema mayor es que la respuesta socialista que presentan es la que hace dos meses y medio rechazó la mayoría de los españoles. Para ese viaje…
Quizá por eso la parafernalia se Congreso se haya montado sobre falsos dilemas. Aquí no hay una confrontación entre renovadores y conservadores, ni entre liberales y radicales; ambos candidatos han sido colaboradores directos de Zapatero. Y tampoco hay aparato suficiente como para volcar los votos hacia uno u otra; sólo viejas imágenes, jarrones chinos que veremos si ayudan más que molestan. Lo único que separa a los contendientes es el sexo y la edad.
Por eso, tras aprobar un programa que nace muerto, elijan los compromisarios poco importa a quién, el vencedor podrá cerrar el Congreso con las mismas palabras que su predecesor utilizó en 2000: “Recuperar el diálogo, la confianza entre todos nosotros es fundamental… Esto nos dará fuerza, credibilidad y respeto ante la sociedad. Nadie sobra en este Partido, y contaré con todos».
¿Para qué? he ahí la cuestión; el primer problema.