Hasta ayer no acababa de creérmelo, pero me he rendido a la evidencia: el cambio ha comenzado.
De la web de La Moncloa, www.lamoncloa.gob.es, ha desaparecido la ventana que durante los últimos años mantenían abierta sus anteriores gestores a lo que llamaron Memoria Histórica. Su cierre demuestra que esto comienza a ir en serio.
Algunas pistas dieron ya los nuevos cuado se reunieron el pasado viernes y aplicaron el torniquete a la hemorragia por la que se iban nuestras cuentas.
La cascada de nombramientos para dirigir la administración del Estado también suministraba otros positivos indicios; no se veían cuotas, ni masculina ni femenina. Pero que las bibianas y pajines no tengan epígonos en la nomenclatura oficial no acababa de ser definitorio.
Lo suyo era hacer como que hacían, aunque en ello se metieran en camisas de once varas al querer igualar lo desigual o a convertir en derechos dramas vitales de diverso alcance.
El adanismo produce esas consecuencias cuando sus oficiantes se ponen a ordenar mundo y conciencias en la creencia de que todo lo anterior pasado está. Es la pulsión a matar al padre cosa que, hasta darse de bruces con la realidad, sufría aquel ya lejano ZP con FG, el maestro que con su tirón de entonces, hace 25 años, lo sacó diputado por León.
Todo aquel mundo parece sumido ya en los tiempos de la historia; disuelto como las pesadillas pasan en cuanto el sueño se desliza hacia la realidad. Pero fue realidad, y muy reciente.
En fin, el caso es que de la alianza de civilizaciones pasamos a la civilización de las alianzas –que es el polo opuesto a aquello del Tinell- y de la memoria histórica a la historia, simplemente la Historia, para conmemorar el segundo centenario de otro momento brillante de nuestro pasado político: el de la primera constitución liberal escrita en Europa. Cádiz, 1812. Y esto sí que son palabras mayores.