No es mala señal que los socialistas permanezcan silentes sobre su propio futuro. Tal vez se esté imponiendo la sensatez perdida durante tanto tiempo. Pasada la ligera efervescencia provocada por los tímidos preanuncios de las precandidaturas de Chacón y Rubalcaba todo es silencio.
¿Estarán pensando que más importante que las candidaturas a validar en el Congreso de febrero es concertar una definición del ser del partido? No parece que dos meses sean tiempo suficiente para resolver la gran cuestión: qué queremos ser, dónde, cómo y cuándo llegar…
Quienes marcaron el calendario, el zapaterismo que sigue al mando pese a las debacles acumuladas, es seguro que tenían objetivos de menor alcance. Simplemente montar en Sevilla un show preelectoral ante los comicios autonómicos andaluces. Y tal vez de paso, impedir que una reflexión más serena barriera de la escena sus últimos efectivos, como en el fondo lo son los dos precandidatos. Por mucho esfuerzo que pongan en marcar diferencias, ambos ha formado parte, y destacada, de la dirigencia zapaterista que ha arruinado el partido, además de al país entero.
Este no es un tema que sólo concierna a los socialistas. De que se olviden de la revancha inmediata, piensen a medio plazo y pongan al día los esquemas que la socialdemocracia tiene abiertos en todo el mundo dependen muchas cosas. Resumiendo, la subsistencia de nuestro sistema. Aquí y ahora no hay segunda vuelta; nos salvamos todos o todos nos hundimos.
El país está como bien sabido es y el vecindario, en proceso de refundación. En este escenario no caben improvisaciones y una oposición excéntrica impedirá cualquier tipo de final ya no feliz, simplemente razonable. Es la hora de que lo que pueda quedar vivo en ese segmento político de nuestra sociedad pelee por lo suyo; que también es lo nuestro, en alguna parte.