En estos días en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer, saltan indicios de cómo podría empezar el futuro. El ruido ha comenzado, suele ocurrir, por los elementos disonantes dentro del común; desde minorías tan respetadas como poco respetables se empeñan ocasionalmente en hacerse.
Es el caso del factótum del sindicato socialista. Cuando dice que no se siente urgido por Rajoy ni por las circunstancias está nadando en contra de la corriente, y de seguir así puede acabar chapoteando en seco. ¿Cuánto tiempo necesitarán los ugetistas para advertir que las Comisiones de al lado muestran mayores dosis de entendimiento de la realidad?
Entre los llamados agentes sociales cualquier cosa puede acabar pasando pero de momento Fernández Toxo no parece aquejado del síndrome del seguidismo del PC, en contra de lo que Méndez muestra respecto del PSOE.
Otras disonancias estruendosas son las que emite el jefe de filas de la llamada izquierda unida, quien se dice presto, como su camarada Llamazares, a encabezar toda movilización contra… la salida de la crisis. La de Cayo Lara es una de las formas indignas de cómo ejercer el liderazgo social que cumple a todo responsable político. Porque está claro que no hay dogmas y que salidas de la situación podría haber para todos los gustos si se jugara en campo abierto, pero no es el caso; el partido se juega en terreno marcado y con reglas dictadas por nosotros mismos al entrar en la UE. ¿Entonces?
Y más personajes hay que, como Tolstoi dejó escrito, cuando cruzan el bosque sólo ven leña para el fuego. No serán idiotas pero incitan a resguardarse de sus ideas. Confiemos en que la hábil firmeza, o firme habilidad, del gobierno que llega nos ahorre experiencias como la griega. Ni siquiera la de los vecinos italianos.